Este miércoles se dio un paso histórico en la lucha contra la impunidad en Puebla: por mayoría de votos y en sesión extraordinaria, el Congreso local aprobó la revocación del mandato popular del presidente municipal de Tlatlauquitepec, Porfirio Loeza Aguilar.
Se trata del primer alcalde en funciones en pasar a la guillotina en el estado por malversación de recursos públicos. Y eso, en la entidad donde no pasa nada, y cuando pasa pues tampoco, es un enorme éxito.
No fue fácil sino producto de un largo y complicado proceso legal que llegó a su fin no sólo con la destitución del edil, sino también con su inhabilitación por 11 años para ejercer un cargo público y la imposición de una multa de 15 millones de pesos.
Aunque todavía tiene Porfirio Loeza la puerta –un auténtico e incierto hoyo negro- de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para litigar su tema hasta que se canse, la decisión de los diputados que valientemente avalaron la revocación debe al menos servir de mensaje para los 216 presidentes municipales restantes del estado: no más abusos, no más excesos, no más atropellos de esos pequeños grandes dictadores, que en muchos casos gobiernan como auténticos sátrapas.
Por eso, a pesar de los legisladores que ayer pusieron el grito en el cielo por cumplir con agendas políticas personales y que por eso salieron a la defensa del corrupto edil (Enrique Doger, Héctor Alonso, etcétera), no hay que regatear méritos a la Comisión Inspectora del Órgano de Fiscalización Superior que, encabezada por el panista Mario Riestra, realizó una impecable labor política y técnica para poder ajustar cuentas con el alcalde de Tlatlauquitepec.
Aunque la historia de Loaeza Aguilar es conocida, vale la pena insistir en ella:
Considerado un traidor por sus antiguos aliados políticos y un corrupto por sus paisanos, fue alcalde de Tlatlauquitepec durante el periodo 2005-2008, y no dejó precisamente muy buenos recuerdos.
La Legislatura pasada lo encontró culpable de una escandalosa malversación de recursos (más de 15 millones de pesos) e incluso lo inhabilitó por 11 años para ejercer un nuevo cargo público.
Cínico, no le importó.
En uno de esos casos de la política aldeana que sólo se explican a partir de la farsa –el género poblano por excelencia-, en el año 2010 halló los resquicios legales conducentes y, con el apoyo del Partido Convergencia (hoy Movimiento Ciudadano) y el paraguas de lo que a la postre se convertiría en la coalición “Compromiso por Puebla”, logró postularse ¡nuevamente! como candidato a la alcaldía de Tlatlauquitepec.
Y ganó.
Claro, con amparo local en mano, y gracias al tsunami electoral que arrasó al PRI de los Marín y los Zavala, y que tuvo como epicentro al hoy gobernador del estado, Rafael Moreno Valle.
Pero la suerte no estuvo últimamente del lado de Porfirio Loaeza.
Primero, porque se involucró sin éxito en un pleito callejero entre el morenovallismo y su otrora protector y defensor, el diputado José Juan Espinosa, quien acabaría dejándolo morir solo.
Y segundo, debido a que agotó todas, todas las instancias de defensa posibles y perdió el amparo federal que buscaba con auténtica desesperación ante el Primer Juzgado de Distrito en Materia Administrativa, contra la decisión del Legislativo de sostener aquella añeja inhabilitación.
En resumen: Porfirio Loaeza se pasó de la raya, se quedó solo, rotundamente solo, y ahora deberá pagar las consecuencias de su soberbia y ceguera.
Por alguna razón, pensó que ya como gobernador, Moreno Valle metería las manos por él.
Pero no ocurrió así.
La prueba es la determinación tomada ayer por el Congreso de Puebla, ordenando su destitución e inhabilitación.
Se le acabaron las salidas.
Y ahora pasará a la historia como el primer presidente en funciones en ser cesado por el Legislativo local.
Sí, consumatum est.
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Por cierto: el caso de Loaeza Aguilar podría llegar a tener otro tipo de consecuencias.
Quienes saben afirman que será el pretexto ideal para agilizar la anunciada, esperada y cantada salida del titular del Órgano de Fiscalización Superior, Víctor Manuel Hernández Quintana, quien en su tiempo fue auditor externo del hoy destituido.
De hecho, dicen, el Dr. David Villanueva Lomelí, el elegido por los Dioses, ya hace prácticas de calentamiento, completamente listo para su turno al bat.