Ayer por la tarde-noche, Sergio Ramírez Robles, nuevo director de Comunicación Social del gobierno del estado, hizo favor de enviarme una breve y atenta misiva sobre el caso Escenika, ése del que tanto se ha hablado en los últimos días en la República Política y Mediática de Puebla (y ya también en la del Distrito Federal).
En cinco puntos, el funcionario aseguró (y transcribo literal, para no transgredir el sagrado Derecho de Réplica):
Que “la empresa Escenika fue proveedor de ésta administración en 30 eventos desarrollados durante los primeros 100 días de Gobierno”.
Que “por esos eventos se les pagó la cantidad de 3.5 millones de pesos por diversos conceptos relacionados al equipamiento y producción”.
Que “no existen pagos pendientes para dicha empresa”.
Que “el Sr. Maximiliano Cortazar (sic) no aparece en el acta constitutiva de dicha empresa”.
Que “éste gobierno ha hecho de la transparencia y la rendición de cuentas una de sus principales banderas por lo que rechazamos enérgicamente cualquier especulación contraria a esto”.
Hasta ahí la versión oficial.
Sobre la carta de Ramírez Robles debo decir también de forma muy breve y atenta:
Que es digna de llamar la atención, por no decir sospechosa, la capacidad de respuesta sobre un tema publicado hace ¡una semana y un día! Para “aclarar” un asunto tan delicado, los reflejos de la Dirección de Comunicación Social andan lentos, o de plano mi reloj biológico ya se descompuso.
Que debió ser una fantasía la reunión en la que la contralora y el subsecretario de Egresos detonaron el tema y descubrieron, con la ayuda de los coordinadores administrativos de todas las secretarías estatales, que el adeudo con Escenika ascendía a la cantidad de 30 millones de pesos.
Que también deben ser una ilusión la investigación que desde hace una semana y un día se desahoga en la Contraloría, y las comparecencias de varios funcionarios –algunos de muy alto nivel- relacionados con el asunto.
Que al menos confirman que Escenika sí fue proveedor del gobierno, pero ahora resulta que en lugar de ser la más cara, terminó por ser toda una ganga: 3.5 millones de pesos por 30 eventos, es decir, a razón de 116 mil 666 pesos por cada uno.
Que entonces no se explica uno por qué ya no sigue siendo proveedor del gobierno. Según la carta, la empresa “fue proveedor de ésta administración” (sic). Fue, ya no es. ¿Exactamente desde cuándo? ¿Y por qué, si es tan buena y sobre todo tan barata?
Que si Maximiliano Cortázar no es el dueño de Escenika, quién sí lo es, o quiénes sí, y por qué no se dice en la multicitada carta en aras de la mentada transparencia.
Que el ex baterista de Timbiriche, ex vocero presidencial y ex jefe de prensa del CEN del PAN necesitaría ser de veras bruto, o muy cínico, para darse el lujo de aparecer “en el acta constitutiva de dicha empresa”.
Que se afirma que ya “no existen pagos pendientes para dicha empresa”, pero lamentablemente “El Pashá” –personaje central en la trama- anda diciendo oootra cosa.
Que no me pongo el saco sobre las “especulaciones”, ni me cuelgo medallas ajenas. No fue aquí, sino en otros espacios periodísticos, donde se teclearon los nombres de Norberto Tapia, Maximiliano Cortázar o incluso Ernesto Cordero.
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Desde aquí mis condolencias para Carlos Martín Huerta Macías por el sensible fallecimiento de su señora madre, doña Guadalupe Macías Galaviz.
Un fuerte abrazo, y pronta resignación.