Arturo Luna Silva
La descomposición en el PRI-gobierno (a raíz de la pérdida del poder el pasado 4 de julio) alcanza naturalmente a todos los poderes del estado, pero es en el Judicial donde el caos, la incertidumbre y las pugnas internas han llegado ya a su máxima expresión en esta hora final del sexenio.
Y es que el enorme espacio (u hoyo negro) existente entre el régimen que no se termina de ir y el que no acaba de llegar –la prolongada y complicada transición- ha dado lugar a no pocos ajustes de cuentas al estilo incluso de las mafias italoamericanas.
Las amenazas y reyertas entre los (as) señores (as) magistrados (as) del Tribunal Superior de Justicia son cosa de todos los días.
Peor: los constantes choques entre quienes le han dado la espalda al marinismo que los cobijó, para a continuación congraciarse de todos los modos posibles con la nueva clase gobernante, y aquellos que por convicción, necesidad o necedad personal siguen fieles al todavía gobernador, que los benefició de múltiples formas, han paralizado por semanas enteras la labor de no pocos jueces y juzgados, de por sí de los peor calificados y más corruptos a nivel nacional.
Será, no obstante, al regreso del mega puente “revolucionario” con que cínicamente se premiaron unos y otros, que la verdadera guerra por el control del poder Judicial empezará, pues como dicen los españoles: “A rey muerto, rey puesto”.
No le extrañe, por eso, que en los próximos días o semanas empiecen a conocerse detalles de los abultados expedientes de algunos magistrados como Alfredo Mendoza García, el llamado “Rey del Nepotismo”; Gerardo Manuel Villar Borja, a quien se le adjudica la protección de que ha gozado hasta hoy el corrupto juez -y ¿prófugo de la justicia?- Ruperto Leonardo Treviño Musalem, y María de los Ángeles Juárez Hernández, la cual es señalada por haber acumulado una riqueza inexplicable principalmente en bienes raíces.
Hace unos días Puebla entera conoció del diferendo público y abierto entre el poder Ejecutivo y el poder Judicial por la posesión de un terreno de la Reserva Territorial Atlixcáyot-Quetzalcóatl.
Pero tal capítulo –totalmente inédito en la historia contemporánea del estado- sólo fue en realidad un pretexto para una lucha de más fondo y más alcance, lucha que claramente pasa por el verdadero control de las instituciones del Estado de cara al próximo sexenio y que sin duda será cruenta y sangrienta, con heridos y muertos de ambos lados.
Como diría el clásico: signo de los nuevos tiempos, y del fin de fiesta en Casa Puebla.