Arturo Luna Silva
Que el más ocupado (y preocupado) con el relevo en la dirigencia municipal del PAN es, sin duda alguna, Eduardo Rivera Pérez.
Y es que si el alcalde electo de Puebla no lograra en octubre próximo mantener el control de esa posición, su trienio se convertiría en un auténtico infierno.
Resulta que los estatutos de Acción Nacional indican que el líder del partido en la capital es el encargado, entre otras cosas, de nombrar al coordinador de los regidores del municipio de Puebla. Su decisión es autónoma e inapelable.
Y tal y como están las cosas entre Rivera Pérez y Humberto “El Tigre” Aguilar Coronado, con influencia en al menos cinco de los futuros regidores panistas, más le vale al próximo edil dejar a uno de los suyos en tan delicada e importante posición.
Perder la dirigencia del PAN implica perder la coordinación de los regidores, es decir, el control del Cabildo, el máximo órgano de gobierno del municipio; un lujo, desde luego, que Lalo Rivera no se puede dar.
De ahí el enorme interés y la gran disputa entre los grupos panistas (el de Aguilar Coronado, el de Ángel Alonso Díaz Caneja y hasta el de Luis Paredes) por imponer al relevo de Miguel “Mike” Méndez Gutiérrez.
Si alguno de estos grupos se sale con la suya y consigue imponer a su respectivo “gallo” en el Comité Directivo Municipal (CDM), Rivera Pérez corre el riesgo de terminar de rehén de intereses ajenos a su grupo y, en consecuencia, de ceder en temas no prioritarios para su administración (tal y como le ocurrirá, ya se sabe, si no pone desde ahora un alto, con el sedicente dirigente sindical de la comuna, Israel Pacheco Velázquez).
Como bien se ha dicho en otros espacios periodísticos, el todavía diputado Enrique “El Huevo” Guevara Montiel y Adán Domínguez Sánchez, actual secretario particular del futuro edil, son las dos únicas opciones que tiene Lalo Rivera para mantener el control del más que estratégico CDM panista.
¿Podrá?
***
El pasado fin de semana, el secretario de Gobernación del gobierno estatal, Valentín Meneses Rojas, confirmó públicamente lo que le adelanté aquí desde el martes 13: la renuncia de Guillermo Deloya Cobián como secretario particular de Mario Marín Torres.
Y aunque Valentín Meneses adujo “motivos personales” como causa de la separación del funcionario, la verdad es que Deloya se marchó por mantener diferencias irreconciliables con su jefe por el deseo de éste de imponer a Javier López Zavala como nuevo “dirigente” estatal del PRI.
De hecho, las malas lenguas cuentan que Memo presentó su renuncia después de haber recibido un fuerte, fuerte regaño por parte del gobernador, quien le habría reclamado por algunas declaraciones realizadas a los medios, declaraciones en las que el entonces secretario particular habló abiertamente del relevo en el PRI y en las que aprovechó para condenar las exclusiones y, sí, las imposiciones.
Por supuesto fue López Zavala quien, como un niño indefenso, un día antes había “calentado” a su papá político, ante quien se apersonó para acusar a Deloya Cobián del “pecado” de decir en voz alta lo que todos los priístas poblanos piensan pero pocos se atreven a plantear, incluso entre líneas: que la imposición de Zavala será el último clavo en el ataúd del PRI.
En otras palabras, el Gran Perdedor del 4 de julio actuó cual Quico con su mamá Doña Florinda; de hecho, nada más le faltó vestirse de marinerito, llorar como bebé y decir: “Chusma, chusma… ¡No me simpatizas!”, así como arremeter con golpecitos en el pecho contra Memo Deloya -como si éste fuese Don Ramón-.
Como diría el clásico: ¡Qué bonita vecindad!
***
Que, por cierto, Guillermo Deloya Cobián fue relevado por Iván García Pérez, quien se venía desempeñando como secretario auxiliar del gobernador.
Se trata, para más señas, de un furibundo zavalista, pues durante la malograda campaña a la gubernatura del oriundo de Pijijiapan, Chiapas, García Pérez fue ni más ni menos que coordinador de gestión social.
Como para que no queden dudas de hacia dónde sopla el viento en Casa Aguayo.
***
Que Alejandro Armenta Mier cocina un libro de su autoría en el que detallará algunas de las más importantes razones cualitativas que hicieron que el contrastante PRI ganara todo en 2009 y perdiera todo (o casi) en 2010.
Cuentan que no habrá grandes revelaciones, pero sí las suficientes precisiones y argumentaciones como para que no queden dudas sobre aciertos y errores, y causas y efectos.
Los enterados señalan que una de las tesis que desarrollará el todavía dirigente priísta tiene que ver con los candidatos y, más específicamente, con la selección de los mismos: buena en 2009 y mala, pésima en 2010.
¿O alguien lo duda?