Arturo Luna Silva
Negociazos son los que viene realizando el gerente en Puebla de Liconsa, Víctor Manuel Sobrado Morán, al amparo de su cargo.
Circula una larga lista de lecherías que fueron recientemente inauguradas en el estado y en las que el astuto funcionario tiene metido algo más que medio cuerpo.
Mediante módica tajada, militantes del PAN directamente relacionados con el susodicho han logrado abrir expendios del lácteo subsidiado por el gobierno federal de forma ágil y segura.
A ellos la burocracia, con su alud de trabas, no los ha alcanzado; su camino no ha tenido curvas ni pendientes; han llegado directo y sin sobresaltos.
En Acatzingo inició actividades la más reciente de las lecherías del señor gerente.
Oficialmente fue entregada, como anticipado regalo de Navidad, a Eliseo Braulio Zayas Jaen, quien fue candidato de Acción Nacional a presidente municipal.
Pero no es la única (y mucho menos la última).
Y es que don Víctor Manuel ya le agarró gusto al negocio, que por cierto elude los controles, si algunos, de la (fantasmal) Secretaría de la Función Pública.
La misma que tiene las horas contadas y que quizá por eso no ve ni oye, a pesar de que las denuncias, cargadas de evidencias, ya fueron presentadas por los ciudadanos directamente perjudicados.
Desde luego que la productiva vida del gerente ha causado poco más que curiosidad entre los empleados de Liconsa Puebla, oficina donde se vive el terrorismo laboral: pobre de aquél que se atreva a comentar, incluso en voz baja, sobre las corruptelas de los jefes.
Corruptelas que son de todos conocidas, menos de la autoridad competente.
En el colmo, Sobrado se asume más que como un “gestor” social, como un operador del PAN.
Y es que, además de negocio personal, las lecherías se han puesto en manos de personajes cercanos a los tres panistas que luchan por la candidatura a la gubernatura: Ana Teresa Aranda, Humberto Aguilar Coronado y Rafael Moreno Valle.
La lista es larga.
Y es que quiere quedar bien con los tres; no sea la de malas, y se equivoque, y se quede fuera del gobierno.
Y ya se sabe que es un error vivir fuera del presupuesto.
Y que sólo hay una cosa peor que un político pendejo: un político pobre.
Porque eso sí: no es lo mismo un político pobre que un pobre político.
Pronto más detalles.