Con la caída de Gabriel García Hernández, el otrora poderoso coordinador general de Programas para el Desarrollo y jefe del ejército de más de 20 mil Servidores de la Nación de la Cuarta Transformación (4T), el futuro de Rodrigo Abdala Dartigues como súperdelegado en Puebla, pende apenas de un alfiler.
Ese grupo de funcionarios y fallidos operadores políticos, que encabezó García, conocido también como El Monje Negro, también es responsable de elegir a malos candidatos en varias partes del país.
En Puebla, en específico, a éste se debe el empecinamiento de postular a Claudia Rivera Vivanco, con los desastrosos resultados que conocemos.
La salida del funcionario federal, por cierto, con orígenes poblanos en la Mixteca, se da en medio de versiones de un profundo e iracundo malestar del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Otra narrativa señala que, efectivamente, hubo diferendos por su soberbia y sus malas decisiones, que terminaron por impactar el pasado proceso electoral.
Sin embargo, también se agrega que se le ha encargado regresar al Senado de la República, donde solicitó licencia a su escaño en noviembre de 2018, para hacer contrapeso a Ricardo Monreal.
Entre una y otra especies, la realidad es que, con la salida de Gabriel García Hernández, ha quedado débil su equipo de 32 súperdelegados.
Es el caso de Abdala.
El sobrino político de Manuel Bartlett, que es literalmente un fantasma.
El que no ata ni desata.
El inepto que no pudo realizar la logística de la vacunación.
Que la convirtió en un caos.
Él ha quedado a un borde de la destitución.
Incluso, así hubiera sido con todo y la permanencia de Gabriel.
Abdala tampoco ha sabido explicar los casos de presunta corrupción en los Programas de Bienestar.
Los tijeretazos que sus coordinadores les dan a las becas y a las pensiones.
En la Sierra Norte, por allá por Huauchinango, por ejemplo, ocurre mucho.
Padrones presuntamente con beneficiarios inventados.
La pregunta es si García Hernández estaba enterado de eso.
Porque no saberlo también es grave.
Lo cierto es que con su salida de la oficina del cuarto piso de Palacio Nacional las cosas podrían cambiar en las próximas semanas en Puebla.
Como en muchos otros estados.
Hay más cuentas pendientes, porque Gabriel García Hernández, a través de Carlos Evangelista Aniceto, el delegado del Comité Ejecutivo Nacional de Morena, es el responsable directo de muchas malas decisiones electorales.
De candidatos perdedores.
De la supuesta venta de candidaturas.
A Gabriel se le puede responsabilizar también de los fracasos de Morena en la entidad.
El desastre en la capital y su zona conurbada.
Una y otra versión tienen puntos de coincidencia.
Si la semana pasada efectivamente Andrés Manuel López Obrador dio una regañiza y manotazos sobre la mesa, fue por los malos resultados desde la oficina de García Hernández.
Por ello pudo haber salido literalmente despedido deshonrosamente.
También pudo haber mediado para buscar la salida y regreso, con un encargo específico, al Senado.
El encargo sería la cabeza de Ricardo Monreal.
No tirarlo, sólo menguarlo como coordinador.
En cualquiera de los dos escenarios las cosas han cambiado para los súperdelegados.
Para los 32.
Para Rodrigo Abdala Dartigues.
Para Puebla.
En donde el sobrino político de Manuel Bartlett Díaz ha dado tan malos resultados.
Un alfiler.
Solo eso lo sostiene, nos aseguran.