Muy por encima de la actual Caravana Migrante de alrededor de 4 mil centroamericanos en el primer contingente que entró al país, o incluso del Viacrucis que tocó la entidad en diciembre de 2014 con casi mil personas en su camino hacia el sueño americano, Puebla es un estado que tiene permanente convivencia con la transmigración, pues por su territorio pasa casi la mitad de los 350 mil caminantes que, principalmente desde Centroamérica, viajan hacia Estados Unidos cada año. El tema es una realidad cotidiana y un pendiente legislativo estatal y nacional, más allá de expectativa por el éxodo de estos días.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Migración (INM), cuyo comisionado por cierto fue hasta marzo de este año el poblano Ardelio Vargas Fosado, pasan al año por Puebla 150 mil transmigrantes, en su mayoría, 92 por ciento, centroamericanos.
Transmigrante es un término para definir al migrante que va de paso y que fue acuñado por las organizaciones civiles y de apoyo, como la Pastoral de la Movilidad Humana de la Arquidiócesis de Puebla que, dicho sea de paso, realiza una extraordinaria labor permanente de apoyo a esas personas.
La encabeza el padre Gustavo Rodríguez Zárate, un verdadero especialista y referente en la materia, que dirige también la Parroquia de la Asunción, en la capital poblana, en donde tiene permanentemente instalado un refugio para transmigrantes.
Ahí está uno de los principales albergues que recibieron a la Caravana que pasa por Puebla fracturada, a cuentagotas, pues los caminantes fueron llegando en grupos disgregados.
Mientras unos, principalmente de mujeres y niños, todavía no salían del municipio de Isla, Veracruz, otros ya pisaban territorio poblano y unos más lo hacían en la alcaldía de Magdalena Contreras, en la Ciudad de México.
Todo entre la noche del sábado y el domingo.
La Pastoral de la Movilidad Humana no aparece solamente en casos como el de la actual Caravana, que parecieran ser hoy la “gran novedad”.
Esa que tiene un matiz de “moda” y “excitación” para algunos medios de comunicación, pero que es una constante en Puebla y en el país.
Hoy muchos parecen haber descubierto la “crisis migratoria”.
Esa que ha existido, con distintos niveles de intensidad, desde los años 50.
También olvidan que en diciembre de 2014 hubo ya un Viacrucis Migrante, que fue mucho más ordenado y que tuvo, por cierto el apoyo de la administración estatal en turno, con camiones que transportaron a casi mil centroamericanos de Puebla a la Ciudad de México.
En aquella ocasión también fue fundamental el trabajo de la Arquidiócesis, con el padre Rodríguez Zárate a la cabeza.
Hay muchos pendientes en la materia por atender.
Principalmente desde el ámbito legislativo, sobre esta permanente realidad de Puebla, con su triple dimensión en el fenómeno migratorio, como estado expulsor de mano de obra a Estados Unidos, lugar de retorno y también de paso para los trasmigrantes.
La anterior legislatura local, dejó en la congeladora la iniciativa para crear la Ley de Asuntos Internacionales y Apoyo a Migrantes Poblanos y sus Familias del Estado de Puebla.
La presentó la priísta Maritza Marín Marcelo y es importante por ser Puebla uno de los estados con mayor migración, que ha llevado a 2.3 millones de paisanos a vivir en la Unión Americana, además de ser -como ya se dijo- sitio de retorno y de paso.
La propuesta –que debería retomar la mayoría de Morena de la actual Legislatura, en lugar de enfocarse solo en sus patéticas y tragicómicas venganzas aldeanas- aborda jurídicamente estas tres dimensiones del fenómeno.
Ya será tarea de la actual Legislatura revisar el tema que ha tenido un esfuerzo de la anterior administración, con una Coordinación Estatal de Asuntos Internacionales y de Apoyo a Migrantes Poblanos y del gobierno de Tony Gali, con el Instituto Poblano de Asistencia al Migrante.
En toda esta excitación por la Caravana, no está de más señalar que, a diferencia de hace cuatro años con el Viacrucis Migrante, en esta ocasión lo legisladores poblanos evidenciaron su falta de reflejos para el tema.
No hay a la vista alguna una acción o pronunciamiento de la Comisión de Migración y Asuntos Internacionales de la LX Legislatura local, que preside Mónica Lara Chávez, del Partido Encuentro Social (PES).
Nada.
Tampoco hizo mucho o poco se vio su trabajo, si existió, de la Comisión de Asuntos Migratorios de la Cámara de Diputados federal, que preside la poblana del Movimiento Regeneración Nacional (MORENA), Julieta Kristal Vences Valencia.
Lo más que se supo es de un intento por proponer que los diputados federales donaran un día de su dieta para apoyar a los transmigrantes y su condena, en Juchitán, por el uso de la fuerza contra los centroamericanos, que apareció por ahí en referencias periodísticas casi perdidas.
Fuera de eso, nada.
Una evidencia más de la novatez e incapacidad del lopezobradorismo poblano, ahora en un asunto tan significativo y sensible.
El tema no es nuevo y demanda acciones de fondo.
No es novedad y no es moda.
Es un problema de muchas dimensiones y exige muchas soluciones más allá de la improvisación y el protagonismo.