Este fin de semana, MORENA Puebla llevará a cabo sus congresos en los 16 distritos electorales federales; en estas asambleas se elegirán 160 coordinadores (80 mujeres y 80 hombres), quienes se convertirán en delegados de su primer Congreso Estatal, que será el próximo 24 de octubre y en el que decidirán a su nueva dirección estatal para el periodo 2015-2018.
Según sus estatutos, sólo podrán participar y votar en estas asambleas distritales los miembros y afiliados vigentes de MORENA, y para ello tendrán que estar inscritos en su padrón y llevar una identificación oficial.
Sin embargo, las cosas no son como las pintan los jerarcas de MORENA; de hecho, su estado de confort puede durarles muy poco, sobre todo por su soberbia, su falso purismo y su falta de visión política para entender el papel que juegan –o deberían jugar- en Puebla.
No se quieren dar cuenta que siguen dependiendo total y absolutamente de la marca y el nombre de Andrés Manuel López Obrador, tanto que, prácticamente desde 2012 hasta la fecha, poco han hecho en realidad en todo el territorio poblano. Tampoco quieren reconocer que en su interior existen y viven grupos y “sectas” de interés.
Y lo más trágico, como siempre sucede con las izquierdas: estas se dividen, se subdividen y se convierten en corrientes y tribus, a grado tal que están corriendo el riesgo de convertirse, en su corta vida, en una copia fiel del PRD.
Veamos algunas señales:
Su actual dirigencia local, encabezada por María Luisa Albores, prefirió dirigir este partido desde la Cooperativa Tosepan Titaniske de Cuetzalan y Fernando Jara se convirtió en la práctica en el brazo operador.
En el 2012 y en las elecciones locales del 2013, este personaje de MORENA fue puente, interlocutor y negociador con algunos funcionarios locales y con operadores de la campaña de Enrique Agüera Ibáñez, siempre con el aval de José Agustín Ortiz Pinchetti.
En la realidad, este miembro de MORENA, con su habilidad, se ha ganado las confianzas del caudillo mayor de este partido. Para el proceso electoral federal del 2015, junto con Gabriel Biestro, se repartieron las 16 diputaciones federales y la representación ante la Junta Local del INE, así como el manejo de las prerrogativas federales.
Actualmente hacen trabajo de campo, recorren los distritos y buscan ganar en el congreso estatal para que Luis Fernando Jara Vargas sea electo dirigente local de MORENA.
Otro grupo que ha pactado con ellos es el que encabeza el abogado René Sánchez Galindo, junto con el grupo de mujeres de Ana Laura Martínez Escobar, quienes también desean ser integrados a la dirigencia estatal.
Lo mismo sucede con el grupo de universitarios de la BUAP, que se ven representados por el sociólogo Carlos Figueroa, Jaime Ornelas, Francisco Vélez y Liza Aceves, quienes buscan que Figueroa Ibarra u otros queden integrados al comité estatal.
De igual forma el equipo del senador y ex gobernador Manuel Bartlett Díaz, quien goza de todas las confianzas de López Obrador como su representante en Puebla, trabaja para ser tomado en cuenta en alguna de las carteras estatales. Por el momento, los bartlistas no disputan la dirigencia estatal, pero quieren verse ahí para el 2018.
Del grupo de los 16 ex candidatos a diputados federales en las pasadas elecciones, la mayoría está con Jara Vargas y Biestro. La ex aspirante por Ciudad Serdán, Marisol Cruz García, es una fuerte aspirante a ocupar una secretaría y quien también quiere es Pedro Hernández, solo que su relación política con el abogado Alejandro del Castillo (“El Lechuzo”), asesor de Chalchihuapan y quien tiene negros antecedentes como negociante de movimientos sociales, lo veta para ser parte de la dirigencia local.
El aún presidente del comité municipal de MORENA en Puebla, quien sólo obedece órdenes de la ciudad de México, es otro de los que busca ser elegido como secretario de derechos humanos.
Pero en MORENA, claro, también hay oportunistas, buenos camaleones, saltimbanquis y vividores de la política, como los que existen en el PRD.
Algunos de estos son Carlos Hernández, dueño de algunas escuelas preparatorias, así como Jesús Valencia, un ex priista; el abogado Jorge Sosa y Luis Feria, quienes presionan para obtener prebendas y espacios en este partido de izquierda.
Ahora bien, vale mencionar que MORENA Puebla, como ningún otro partido de las llamadas izquierdas, ha logrado tener en una primera participación tres diputaciones federales y -por decirlo así- un senador.
De igual forma no se puede olvidar que en los comicios de junio del 2015, por vez primera en su corta vida, lograron obtener 153 mil 436 votos en los 16 distritos federales. Además de pasar a desplazar al PRD y convertirse en la tercera fuerza política en el estado y ser una de las cuatro entidades del país que más votos aportaron al partido de López Obrador.
Es cierto que MORENA ha logrado tener una presencia importante en algunas regiones del estado, que sus afiliaciones son de carne y hueso y que pueden crecer aún más. También que esta expresión partidaria para muchos es una opción válida en Puebla y que se ha apropiado del espacio que venían ocupando el PRD y PT.
Ante esto, los dirigentes y la nueva élite del partido obradorista siguen imaginando que los votos les caerán del cielo; siguen montados en su soberbia política y en sus posturas autoritarias de que son los únicos representantes del “pueblo bueno” contra el “gobierno malo”.
Están desperdiciando el capital electoral que les dieron los ciudadanos poblanos en los pasados comicios de junio. Están dilapidando una fuerza social que confió en ellos.
Los llamados dirigentes locales y próximos dueños de MORENA no han reflexionado sobre el papel que deben jugar como una fuerza que sirva de contrapeso al PRI y al PAN. No quieren construir orgánicamente un partido de izquierda y siguen sostenidos solo por lo que viene a hacer y declarar el “tatiasca” López Obrador.
No tienen una agenda política; carecen de una línea propia para Puebla; no generan opinión pública; no actúan en coyunturas sociales y políticas; están ausentes en las redes sociales y solo comparten lo que hace AMLO; son sectarios; no desean reflexionar; no cuestionan; enmudecen políticamente; tampoco proponen y mucho menos tienen una visión para ser gobierno.
Cómodamente instalados en su zona de confort, siguen viviendo de lo que hace López Obrador, sostenidos del actuar del caudillo y dependiendo de la marca.
Hoy se disputan la dirigencia estatal, pero sólo para tener poder y no para pensar y actuar como el partido de izquierda que dicen ser.
Una verdadera pena.