A no pocos observadores de la política local empieza a preocupar el misterioso, y sorprendente, caso del candidato de Andrés Manuel López Obrador para la minigubernatura de 2016, un académico de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) que, al menos hasta hoy, ha resultado una verdadera decepción para los seguidores y fanáticos del Movimiento de Regeneración Nacional.
Y es que, a la fecha, no hay una sola noticia de Abraham Quiroz Palacios, destapado hace varias semanas por el dueño de Morena pero que sigue dando la razón a quienes le advertían que se estaba equivocando al imponerlo por sus pistolas como su “gallo”, entre otras cosas por su nulo conocimiento de la realpolitik.
Porque una cosa es predicar desde un aula, desde la comodidad del pizarrón, y otra muy diferente tratar de construir y articular un movimiento electoral de la magnitud que busca AMLO en Puebla, donde pretende erigirse en el “fiel de la balanza” en 2016 y seguir avanzando rumbo al 2018.
Si bien nunca ha destacado como consejero ni director en la máxima casa de estudios, se esperaba más, mucho más de este profesor de psicología, autor de libros como “Ciudadanía, movimientos sociales y resistencia en México” y “Las luchas políticas en Puebla, periodo 1961-1981”, tocado por el dedo divino (¿o fue la tómbola?) de López Obrador para abanderar a Morena.
Cuentan que, totalmente aturdido y confundido, desde su destape deambula por los pasillos universitarios sin saber qué hacer, qué decir, dónde iniciar.
Lo más extraño o sospechoso, aseguran, es su lejanía de los temas sociales donde podría empezar a fijar una postura pública propia en sintonía con quienes simpatizan con las causas de Morena, como la privatización del agua, las fotomultas, la ley de expropiación o los presos “políticos”.
Bueno, ni la tuberculosis en la celda de “Simitrio” lo ha conmovido o sacado de su modorra.
Llamó mucho la atención su silencio (¿cómplice?) sobre la polémica de moda: los candados impuestos por el Congreso del estado a las candidaturas independientes, debate del que ha estado totalmente ausente.
Ni un artículo se ha dignado escribir para por lo menos “taparle el ojo al macho”.
En el colmo, ni “pío” dijo sobre la acción de inconstitucionalidad que su propio partido, Morena, presentó ante la SCJN para derrumbar la #LeyAntiBronco.
De bajo, bajísimo perfil, Abraham Quiroz Palacios no aparece en ninguna encuesta, no conoce (porque no lo recorre) el estado y no tiene presencia simbólica como líder político; es decir, no habla, luego entonces no existe.
Sin agenda mediática, está totalmente desactivado.
Lamentablemente no proviene de ninguna lucha social reconocida y, por tanto, es un ilustre desconocido con cara de espanto cada vez que alguien le recuerda que es, como dijo AMLO, la esperanza de Morena en Puebla, donde ya es tercera fuerza política.
En los otros partidos ya empezó el trabajo rumbo a la contienda por la minigubernatura, pero a él no parece preocuparle.
O sí, pero cree que bastará y sobrará con encomendarse a San Andrés Manuel el día de la elección, cosa que en parte es cierta, aunque sin un buen candidato, que logre capitalizar electoralmente del arrastre del tabasqueño, no será tan fácil.
Y menos si decide seguir agazapado en ésa su zona de confort que es la BUAP.
¿Algún día despertará el candidato mudo de López Obrador?
¿O terminará siendo, como muchos pronostican, uno más en la larga lista de errores de AMLO, es decir, un pesado lastre, o peor: una gris, y decepcionante, comparsa de los verdaderos protagonistas de la guerra por Casa Puebla en 2016?
Si lo ve, avísele por favor que esto ya comenzó, y que López Obrador no anda precisamente muy contento con él y su desesperante autocomplacencia.
Tanto que no sería extraño que decidiera cambiar de caballo a mitad del río.