Hasta hoy van ocho -…y contando…- reuniones entre Eduardo Rivera Pérez y Tony Gali Fayad como parte del proceso de transición más terso –y más tierno en el sentido cursi del término- de toda la historia de la ciudad de Puebla.
Según los enterados, el edil en funciones se ha portado como todo un “caballero” con quien será su sucesor.
Dispuesto, atento y resuelto, compartiendo información que otro alcalde, bajo otras circunstancias, sencillamente no abriría.
Este martes Rivera y Gali, de hecho, tuvieron otro feliz encuentro, en el que varios titulares de dependencias municipales rindieron al alcalde electo una especie de mini informe sobre sus logros –o supuestos logros- alcanzados durante el trienio.
Por la inédita pasarela, desfilaron Cecilia Espino González, del Instituto Municipal de las Mujeres; María del Carmen Leyva Báthory, de la Coordinación General de Transparencia, y Alejandro Fabre Bandini, de la Secretaría de Medio Ambiente y Servicios Públicos.
Aunque en términos reales poco se ha sacado de tales exposiciones, más allá de una serie de lugares comunes y de la enumeración de cifras y cifras sin ningún fin útil, tal ha sido la tónica de todas las reuniones de transición celebradas a la fecha.
La gran disposición de Rivera Pérez y de sus principales colaboradores tiene, por supuesto, un objetivo de fondo prioritario: que Tony Gali los vea con buenos ojos, ojos de misericordia; que los apruebe en esa suerte de examen de oposición o concurso de talentos, y que los considere para repetir en el cargo, o en el peor de los casos, en uno nuevo, aunque de menor nivel y salario, en el que puedan librarse del desempleo durante los próximos 4 años y 8 meses, toda una eternidad.
Detrás de la indudable, e inevitable, “caballerosidad” de Rivera Pérez están, a su vez, los intereses de cientos de integrantes de familias vinculadas a la organización de ultraderecha El Yunque que, a falta de gobierno federal y estatal, tienen terror de quedar fuera de la nómina, con todo lo que ello implica, naturalmente: ¿cómo seguir pagando las colegiaturas en la escuela privada?, ¿de dónde sacar para las vacaciones de verano?, ¿hasta cuándo poder sostener el actual ritmo de vida, con todo y los lujos acostumbrados?
Cuentan incluso que producto de la tersa –y tierna- transición, ya hay peticiones concretas para Gali, como apartarle a El Yunque, para uno de los suyos, la Secretaría de Desarrollo Social, para que convertirla en un refugio de los hijos, parientes o entenados de las familias custodias, así como tres de los institutos municipales claves para repartir juego político: el de Planeación –hechura de El Yunque, por la vía de Mario Iglesias García Teruel y Francisco Emmelhainz-, el de la Juventud, y el de las Mujeres, como pago por los servicios prestados al hoy edil electo durante la campaña, servicios que –como se ve- quieren cobrar caros.
La transición, sí, ha marchado no en buenos, sino en estupendos términos y así continuará, no hay ninguna duda, de aquí hasta que Gali asuma el poder. De ello depende el futuro de los Fabre, los Aizpuru, los Arrubarrena, los Díaz García, los Grajales Espina, los Maldonado Balvarena, los Mantilla, los Morales Garduño, los Espina, los Guevara Montiel y tantos otros que han entendido que vivir fuera del presupuesto es vivir en el error.
Falta ver si Gali cede a los deseos del grupo encabezado por Rivera Pérez y si una vez seducido, la lista de aceptados pasa la última y más difícil prueba de fuego: el visto bueno, decisivo y determinante, de ya saben quien, un factor que tal vez estén olvidando quienes hoy cortejan al alcalde electo pensando que con eso basta y sobra para sobrevivir al desempleo sin morir en el intento.