Además de la puja natural entre los aspirantes a la candidatura del PRI a la presidencia municipal de Puebla, que ya corre bajo sus propias reglas y características, una lucha soterrada, pero igual de intensa, se va a librar de forma paralela en esta capital entre dos de los políticos priístas con más poder hoy en día en aras de ganar posiciones para la otra guerra, la guerra que ya se desarrolla por la Presidencia de la República en el 2018.
Para nadie es un secreto que tanto Emilio Gamboa como Manlio Fabio Beltrones son ambiciosos en tanto hombres de poder y que desde sus respectivos espacios ya empezaron a jugar la sucesión presidencial: el primero desde la coordinación de los senadores y el segundo desde la coordinación de los diputados federales del PRI, dos posiciones clave para la restauración del nuevo régimen priísta.
En su tablero de ajedrez están, sin duda, las elecciones que varias entidades van a tener en el 2013, unas elecciones que hoy más que nunca estarán marcadas indudablemente más por los factores nacionales que por los locales.
Es en esa lógica que se anticipa una disputa, tal vez de antología, entre los dos más importantes operadores legislativos del presidente Enrique Peña Nieto, quienes ya tienen candidatos –o al menos un favorito- para la importantísima presidencia municipal de Puebla, ahora más atractiva dado que el alcalde lo será por primera, y única, vez por un periodo de 4 años y 8 meses, con todo lo que ello implica.
Cuentan que mientras Emilio Gamboa se la va a jugar con todo con el empresario Pepe Chedraui, Manlio Fabio Beltrones hará lo propio con el ex rector y ex edil Enrique Doger como contrapeso natural al grupo que, en torno al propio Gamboa, pretende recuperar para el PRI la gubernatura de Puebla, y que encabeza el secretario de Finanzas del CEN del tricolor, Jorge Estefan Chidiac, junto con la senadora Blanca Alcalá.
Acostumbrados a jugar y ganar, Gamboa y Manlio, los dos grandes santones del PRI, van a meterse a fondo en la ciudad de Puebla con el propósito de imponer candidato, o contribuir a que el suyo sea elegido por el presidente Enrique Peña Nieto, quien siempre tendrá la última palabra. En caso de fracasar, pretenderán convertirse en el fiel de la balanza y vender caras, muy caras, sus canicas, algo que por cierto le sale, y muy bien, a Enrique Doger.
El caso del otro de los aspirantes más fuertes a la candidatura, el rector Enrique Agüera, es especial. Con un nivel de posicionamiento que supera a cualquiera de sus posibles rivales, y con menos negativos que ninguno de ellos, su participación en el proceso interno priísta sigue dependiendo de factores nacionales, esto es, de la posición de poder que Peña Nieto le ofrezca en estos días, ya sea la Subsecretaría de Educación Superior, la dirección del Conacyt, la presidencia de la ANUIES o alguna sorpresa de última hora. En otras palabras: los tiempos de Agüera son los tiempos de Peña Nieto.
El presidente electo le guarda afecto y agradecimiento, algo que ya muchos quisieran; incluso tiene la deferencia de decirle “tocayo”. En ese contexto, Agüera será candidato sólo si El Gran Elector así lo quiere, porque le sirve más en la alcaldía que en el ámbito federal, y si los acuerdos se dan y evitan el anunciado choque de trenes entre Los Pinos y Casa Puebla, choque que, de darse, incluso pudiera poner en entredicho la estabilidad de uno de los pilares del sistema político local, como lo es la BUAP, con los riesgos sociales que eso conlleva.
De lo contrario, la puja final será entre Chedraui y Doger, Doger y Chedraui; es decir, entre Emilio Gamboa y Manlio Fabio Beltrones. Los mismos poderosos, influyentes y ambiciosos operadores del PRI nacional que ya empezaron a jugar la sucesión presidencial 2018, y que ven en Puebla capital a una de las piezas más codiciadas para la consecución del objetivo.
¿Voy bien o me regreso?