Terribles días, terribles datos los que ofrece María de las Heras en su entrega de esta semana en el diario español “El País”:
64 por ciento de los mexicanos confiesa que tiene miedo de estar en una plaza pública durante los festejos por el 201 aniversario del inicio del movimiento de Independencia.
Peor tantito:
59 por ciento cree que hay alguna probabilidad (36 por ciento dice que “es muy probable”) de que se repitan los lamentables hechos de hace tres años en la ciudad de Morelia, donde un grupo de mafiosos arrojó e hizo estallar granadas contra la población civil en plena celebración del “grito”.
Según la directora de la encuestadora Demotecnia, siete de cada 10 mexicanos preferirá festejar las fiestas patrias “en alguna casa” (con amigos o familiares, etcétera); es decir, se buscarán sitios seguros, alejados de los restaurantes, los bares y, sobre todo, las plazas públicas.
No es extraño y Puebla no escapa a esa triste realidad.
Y es que desde hace por lo menos un par de meses, la percepción sobre la seguridad cambió entre los poblanos, y una serie de sucesos violentos (homicidios, secuestros, robos a casas habitación y comercios, asaltos a autobuses de pasajeros, etcétera) alimentó la preocupación social sobre la inseguridad y sus daños colaterales.
Un reciente estudio federal señaló que el índice delincuencial presentó aumentos notables en Veracruz, Zacatecas, Oaxaca y Puebla, debido a que algunas bandas de la delincuencia organizada aprovecharon el cambio de gobierno (y en todas esas entidades lo hubo) para “marcar” territorio y “calar” a los nuevos mandos policiacos.
No es que Puebla se haya convertido de la noche a la mañana en uno de esos estados del norte del país donde los asesinatos y enfrentamientos vinculados al narcotráfico son cosa de todos los días.
Lo cierto es que algo está pasando, algo se está haciendo mal o se está dejando de hacer, y que el reto para las autoridades estatales y municipales es doble, pues ahora el ánimo de la población es diferente (todo mundo ha sufrido la delincuencia en carne propia o tiene un familiar o amigo o conocido que la ha padecido) y el temor se ha instalado como un intruso incómodo e inesperado en la mente de los poblanos.
Si en el pasado se ocultaron o maquillaron cifras, no es culpa de los ciudadanos ni razón suficiente para que eludan su responsabilidad quienes hoy (no ayer: hoy) tienen la obligación de protegernos.
De pretextos y falacias está lleno el saco de la falta de credibilidad de los gobernantes.
Como dice De las Heras, “lo único que no podemos permitirnos los mexicanos es dejar que los delincuentes nos roben el orgullo de ser un país independiente. Que sirva el “grito” de este año para decirles a quienes son responsables de juzgar y castigar a los delincuentes que cumplan con su deber y se dejen de actitudes que no dejan más que sospechas sobre la rectitud de su comportamiento”.
Felices fiestas patrias, y pese a todo, o por todo eso, ¡qué viva México, cabrones!