Es cierto: de mesa en mesa, de tertulia en tertulia, últimamente Mario Marín va amenazando, advirtiendo, diciendo que se irá del PRI si el Comité Ejecutivo Nacional no hace candidatos a sus pupilos: Valentín Meneses, Javier García, Darío Carmona y por supuesto a su hermano Enrique.
Terco, cree ser el de antes, tener con qué, saber cómo, y por eso insiste en ganar posiciones políticas que nadie está pensando en darle.
El ex gobernador sencillamente no quiere darse cuenta que es un pasivo para su partido y que con sus posturas y sus absurdos, no ayuda ni siquiera a los integrantes del círculo cerrado con los que compartió las delicias del poder: no más de cinco personajes que en nueve años acumularon tal riqueza que hasta les alcanzó para poner casinos y otros muy rentables negocios.
Ya le dijeron clarito, con todas sus letras, que no será senador. Pero Marín insiste en seguir siendo el factótum del PRI poblano. Está seguro que el partido lo necesita y que sin él, el partido se irá a la ruina. Olvida que el PRI ya está en el hoyo, que lo está por lo menos desde julio de 2010 y que él fue el principal causante de ello. Vive una fantasía. Y Marinlandia es la ciudad que habita.
Pobre, no quiere darse cuenta de su realidad. Y menos de que su desprestigio es tan grande y tan irreparable, que hasta le alcanza a un precandidato débil e intrascendente como Ernesto Cordero para sumar puntos equiparándolo a él, a Marín, con el PRI que nadie quiere, el PRI “de la inmoralidad” y la vergüenza.
Una fuente confiable me cuenta que van tres veces que el ex gobernador ha marcado en los últimos días a Enrique Peña Nieto, el más probable candidato del PRI a la Presidencia, en busca de una cita. Imposible cita porque el mexiquense ya ni siquiera le contesta las llamadas.
Algo similar pasa con el dirigente nacional priísta, Humberto Moreira, quien no sólo lo bajó de la carrera al Senado, también lo excluyó de su comité nacional; y eso que varios ex gobernadores sí fueron incorporados como asesores.
Hoy Marín es un solitario imperfecto que sufre la resaca del poder, del que abusó, y que se aferra al pasado para falsificarse un presente que sencillamente no existe. Distanciado de la realidad, vive un divorcio de sí mismo. El estratega que fue, el operador que fue, el político que fue, ya no es ni será. Su tiempo pasó.
Si todavía los tiene, si realmente lo son, sus amigos le harían un favor diciéndole la verdad. Que tras el verano, llega el otoño, el otoño de Marín, y con él, el declive, el olvido, la ruina, el fin de las cosas y el principio del fin.