Lastiri, firme en Sedeso (aunque enfermen a Zavala)

Arturo Luna Silva

El más sorprendido con las versiones de que Juan Carlos Lastiri Quirós dejará la Secretaría de Desarrollo Social para optar por la dirigencia estatal del PRI, ahora que “enfermen” de gravedad a Javier López Zavala, fue el propio Juan Carlos Lastiri Quirós.

Allegados al funcionario marinista cuentan que en estos momentos no está en sus planes abandonar la dependencia que encabeza para regresar a la diputación federal ni para disputarle nada a quien fue (y aquí sí hay que subrayar el fue) su jefe político: el propio Zavala.

Tan firme está Lastiri Quirós en la Sedeso que hace unos días el gobernador Mario Marín lo llamó a Casa Aguayo para encomendarle personalmente atender los trabajos del Subcomité de Vivienda que entregará los recursos del Fondo Nacional de Desastres Naturales (Fonden) en los 32 municipios del estado afectados por el huracán “Karl”.

El tema del PRI no fue tema entre ambos. En ningún momento.

De hecho, ayer mismo acompañó al jefe del Ejecutivo en una gira de trabajo por la Sierra Norte, para entregar apoyos para familias afectadas en sus viviendas por las intensas lluvias.

Estuvieron en Chignahuapan, Aquixtla y Zacatlán, donde Lastiri Quirós refrendó su compromiso de seguir trabajando por quienes más lo necesitan en lo que resta del sexenio (y resta muy poco) y, claro, hasta nuevo aviso.

***

Por cierto: la versión difundida por el periódico digital e-consulta, en el sentido de que Zavala habría sido bajado de la carrera por la presidencia del Comité Directivo Estatal del PRI, tiene más dosis de verdad que la que le atribuyeron, al borde un ataque de nervios, operadores del propio ex candidato a la gubernatura.

A la información del reportero Álvaro Ramírez Velasco siguió un alud de tímidos desmentidos, principalmente de parte de Jesús Morales Flores (aferrado con desesperación a la prometida notaría para su hijo) y del propio Zavala, quien con la ingenuidad que lo caracteriza sólo atinó a decir un “A mí nadie me ha dicho que vaya o no vaya” (sic), declaración que únicamente ayudó a confirmar que no sabía absolutamente nada, que no se manda solo, que si le dicen que se baje, se baja, y que hasta para ir al baño le pregunta a Marín, su papá en esto de la política.

No sólo no negó la especie con contundencia, como haría cualquiera que está completamente seguro del siguiente paso que dará, sino que con su titubeo dio pie a toda clase de especulaciones sobre su futuro político.

Paralelamente, fuentes del Comité Ejecutivo Nacional del PRI dijeron que sí, efectivamente, hay 90% de posibilidades de que Zavala vaya a ser “enfermado” en los siguientes días, y de gravedad (vaya: le auguran hospitalización y cuidados intensivos por varios, varios meses, y lejos, muy lejos de Puebla).

En la decisión, que Beatriz Paredes habría avalado antes de viajar a Europa, influyeron varios factores que tienen que ver ciertamente con el perfil, los antecedentes y las capacidades (o incapacidades) de Zavala.

Pero también con algo que todo mundo sabe pero que poco se ha comentado: la enorme irritación que existiría en Casa Puebla hacia él.

¿La razón?

Algunos comentarios hirientes realizados por Zavala de mesa en mesa y en sus cinco sentidos, responsabilizando a Mario Marín de su derrota el 4 de julio.

De acuerdo con algunos de quienes lo han escuchado, no habla –a diferencia de otros zavalistas resentidos- de traición, pero sí dice que perdió porque el gobernador nunca dejó que se deslindara de su dominante figura, porque no lo dejó tomar decisiones por sí mismo y porque le impuso a varios de los integrantes de su equipo de campaña.

O sea: no perdí yo, perdió Marín.

(Algo similar a aquello de es mi voz pero no es mi voz).

Según esta versión, decepcionado de su hijo, el padre estaría aplicando el “castigo” correspondiente.

Sólo eso explicaría tamaño viraje de Marín en una decisión tan pensada y trabajada por él desde el mismísimo 5 de julio, el día después a la debacle tricolor en Puebla.

“A mí nadie me ha dicho que vaya o no vaya”, dijo Zavala.

Es decir: Marín todavía no le ha comunicado su decisión de enviarlo a la piedra de sacrificios, y al ostracismo, para beneplácito de nueve de cada diez priístas poblanos.

Pero algo ya intuía el propio Zavala, cuando días antes declaró, palabras más, palabras menos, que el poder no lo obsesiona (“No estoy enfermo de poder”, acotó) y que su candidatura a la presidencia estatal del PRI no estaba tan firme como todo mundo presumía.

Cuentan que tras abandonar supuestamente a su pupilo –el más fiel y más querido, y por tanto el menos peligroso, de su reino-, Mario Marín no ve con malos ojos a Alberto Jiménez Merino como sucesor de Alejandro Armenta.

Y quién sabe qué sabe el diputado federal y coordinador de los 85 legisladores cenecistas, pues ayer andaba como niño con juguete nuevo, con una sonrisa de oreja a oreja, pensando seguramente en su intima intimidad que la política es, sí, en esencia, una auténtica mierda.

¿Verdad, Zavala?

gar_pro@hotmail.com

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