Mucha ansiedad, citas que no se cumplieron, encuentros indispensables que no se concretaron, fiestas de boda frustradas, padecimientos de salud que se agravaron o no fueron correctamente atendidos, mercancías que se pudrieron en las kilométricas filas; también pérdidas millonarias, daños irreparables, el cierre de casi 15 horas de la autopista México-Puebla, por un grupo menor de inconformes contra la legítima aplicación de la ley, de Santa Rita Tlahuapan, se convirtió en un infierno.
Sin baño, sin agua, sin alimentos.
Con un clima agresivo.
Del día a la madrugada.
Más de 30 grados centígrados en los momentos de mayor calor.
Frío que entumecía, en la oscuridad nocturna.
Fue una tortura.
Un “secuestro”.
Una anarquía total y absoluta.
Y los responsables, que mantuvieron a miles como rehenes de sus intereses, tienen nombres y apellidos.
Principalmente, los habitantes de Tlahuapan, quienes se resisten a la aplicación de la ley en el caso del linchamiento que tuvo como víctima a un hombre que se metió a un campo de cultivo a comerse dos piezas de brócoli.
Quieren impunidad para los perpetradores de ese abominable acto.
Nadie puede estar por encima de la ley.
Un puñado de personajes (algunos alcoholizados) prácticamente paralizaron el centro -y la única salida por vía terrestre al sur sureste- del país por casi 15 horas.
Y debería haber consecuencias, porque tan grave fue la irresponsabilidad de los pobladores de Tlahuapan como la indolencia e incapacidad de las autoridades -de todos los niveles- que fallaron rotundamente.
Algunos se desentendieron y prefirieron irse a comer pan de queso a Zacatlán, cuando el centro del país, a través de la carretera México Puebla en los dos sentidos, se convertía en un patíbulo vial.
Se canceló el libre tránsito, uno de los derechos básicos.
Faltó mano firme.
Y de la Guardia Nacional, ni sus luces.
Muchos se preguntaron si la apatía de las autoridades, que ni vieron ni escucharon, tuvo que ver con evitar un episodio violento y políticamente incorrecto horas antes de las visitas al estado del presidente Andrés Manuel López Obrador (estuvo este domingo en Huauchinango) y Adán Augusto López, secretario de Gobernación (el sábado visitó Tecamachalco).
Y es que quienes cometieron delitos graves al cerrar la vía que comunica la capital del país con el oriente de la nación, debieron ser desalojados.
El Estado mexicano tuvo que haber hecho uso del legítimo uso de la fuerza que señala la Constitución.
Pero no, no ocurrió.
Y no es una exageración considerar que se vivió un episodio de ingobernabilidad muy claro.
Inédito por el tiempo que duró.
Por las condiciones.
Y por la sinrazón.
Lo sucedido el pasado viernes en la autopista México-Puebla fue poco más que un hecho surrealista.
Es también un gravísimo precedente.
Y es que ahora cualquier persona puede tomar por horas -o días- una vía de comunicación y secuestrar a miles de ciudadanos, sin el temor de enfrentar la ley o pagar las consecuencias.
El enojo, la rabia, la impotencia, el abandono de los afectados, se hicieron escuchar en las redes sociales.
“Yo, primero un accidente y después la manifestación, sin agua, sin comida, con mi hijo de 18 años con autismo severo, con varias crisis por la situación y no hay ayuda por ningún lado” (Mercedes Carreño @meche7004).
“Igual que hace 8 horas, no nos hemos movido un metro. La gente tiene frío, hambre. Hay niños asustados. Muy poca señal y nada de autoridad”. (Ekaterina Corcuera @LaCorcuera).
“En este México cualquiera puede pisar los derechos humanos de otro y la autoridad ausente. ¿Y el libre tránsito? ¿Y el ataque a las vías federales de comunicación? Es un México Sin Estado de Derecho. Al rato cualquiera copiará el medio de protesta por la inacción del Estado”. (FernandoAguilarLezam @FernandoAL_).
Y así cientos de ejemplos de la pesadilla que vivieron.
En medio del infierno, hubo también un oasis.
Una pareja de novios, quienes se vieron atorados para llegar a su boda, improvisó una sesión de fotos entre los vehículos.
Con sus trajes de gala.
En el día más importante de sus vidas.
Y hasta baile hubo en medio del bloqueo de la autopista, quizá el más largo de la historia reciente.
En fin.
Hasta en el infierno, ocasionalmente, llueve… sobre mojado.