La celebración de dos bodas atraviesa la relatoría de la ejecución de la abogada Cecilia Monzón Pérez. Dos bodas que tuvieron -tienen- incidencia directa en la línea de tiempo que trazó el presunto asesino intelectual, Javier López Zavala, para ese atroz crimen: una que se celebró en Chignahuapan, el mismo día de la ejecución, y otra en San Andrés Cholula, que se realizaría con 34 días de diferencia.
El fatídico sábado 21 de mayo, mientras el ex candidato del PRI al gobierno de Puebla viajaba a la Sierra Norte para la boda del hijo de un amigo, seis balas calibre 9 milímetros cegaban la vida de quien fue su pareja y con quien tuvo un hijo.
Javier López Zavala, al lado de su actual pareja, Lupita, de acuerdo con los testigos, festejó, bebió y bailó muy despreocupado.
Fue muy evidente su presencia en la boda de unos de los hijos del también político priísta Lorenzo Rivera Sosa.
En tanto, Jair N., conductor de la moto, y Silvestre N., quién accionó la Pietro Beretta modelo 92 A1, matrícula J78072Z, contra la víctima, le habían avisado ya que su cometido sangriento estaba terminando.
Es decir: su tétrica orden, cumplida.
El asesinato se realizó hacia las 09:30 horas de ese sábado.
Alrededor de las 15:00 horas se hizo público que se trataba de Cecilia Monzón.
De acuerdo con la relatoría de la Fiscalía General del Estado (FGE), los dos presuntos asesinos materiales habían dejado, desde esa misma mañana, la motocicleta, los cascos, los chalecos y el arma en la casa, implementada como de seguridad, de Javier López Zavala.
Para salir de ahí habían utilizado la camioneta Durango roja a nombre de Santiago Bárcena.
La madre del ex secretario particular de López Zavala asegura que su hijo fue engañado.
Que López Zavala le pidió la camioneta para “ir a una boda”.
Precisamente la boda de Chignahuapan.
Aunque en realidad la quería para el contexto de la ejecución.
Tras la ejecución -1, 2, 3, 4, 5, 6 balazos- de Cecilia Monzón, las redes y el estupor sociales estallaban mientras Javier López Zavala bailaba de lo lindo con Lupita (Guadalupe Masciel Mani Romero, militante de Movimiento Ciudadano).
Con ella precisamente se iba a casar en el templo de San Francisco Acatepec, el 24 de junio.
Cuentan que López Zavala llamó personalmente a varios de sus amigos para invitarlos.
Que con mucho interés a muchos políticos, en especial del PRI, su partido, les pidió especialmente que acudieran.
“Acompáñame hermano”, les decía con insistencia.
Como si su presencia lo blindara en automático de cualquier asomo de sospecha.
También el día del asesinato de Cecilia Monzón, el político hizo algunas llamadas telefónicas a sus amigos para quejarse de que el director de Diario Cambio, el reo Arturo Rueda, lo hubiera mencionado como sospechoso en el último tuit que escribió.
El último antes de que también ese 21 de mayo fuera arrestado por el delito de extorsión.
“Qué poca madre”, dijo el cínico López Zavala.
La boda de Chignahuapan, a la luz de los hechos, parecía la coartada perfecta para quien fue hijo político de Mario Marín -otro célebre recluso- y a punto estuvo de ser gobernador de Puebla.
Estuvo frente a cientos de personas.
Se le vio despreocupado.
Bailador.
Bebedor.
Muy saludador.
¿Quién iba a sospechar entonces que él era el cerebro detrás del asesinato?
En su Quinta Columna del diario Hipócrita Lector, la pasada semana, el periodista Mario Alberto Mejía relató que incluso quiso que le tomaran una foto para subirla a sus redes sociales.
Que insistió e insistió hasta que alguien, con dos dedos de frente, le dijo que no era oportuno dado que Cecilia Monzón, su ex pareja, madre de uno de sus hijos, acababa de ser asesinada.
La típica perversidad del autor intelectual de un crimen.
En resumen: López Zavala siempre creyó que la primera boda parecía su “coartada moral” de que nada había tenido que ver con la ejecución de Cecilia Monzón.
Con su propia boda, el 24 de agosto, preveía seguramente que le serviría para “limpiarse socialmente”.
Su asistencia a la primera es parte de la indagatoria que lleva a cabo la Fiscalía General del Estado.
La segunda ya no será.
¡Qué historia!
Dos bodas.
Una ejecución.
Y un funeral.