Por cualquiera de las recientes “masacres”, reconocidas así por el propio Andrés Manuel López Obrador, y los casos de corrupción en el actual gobierno federal, él, como opositor, hubiera pedido con energía la renuncia del Presidente de la República y hubiera tenido toda la razón.
Este lunes, como si se tratara de algo muy “normal”, o un asunto ocurrido en otro país, López Obrador se refirió con desdén a la matanza de 20 personas en un palenque en el estado de Michoacán, la madrugada previa.
No le dio importancia y lo demeritó con base en la suposición de que es un ajuste de cuentas entre organizaciones delictivas.
“Fue una masacre de un grupo contra otro en un palenque clandestino donde estaban, y llegaron y ahí balacearon a los asistentes y hubo desgraciadamente muchos muertos.
“También heridos que están siendo atendidos, seis, ¿no?”, dijo en su conferencia mañanera sobre el tema que debiera encender todas las alertas.
Se le preguntó “¿quién contra quién?”
Y respondió con el mismo desinterés: “las bandas que están ahí operando, pero ya salió un equipo para allá, para la investigación y atender el tema”.
Para López Obrador, no hay más tema en este momento que su Consulta Popular sobre Revocación de Mandato, en la que además difícilmente se logrará la participación de 40 por ciento de la Lista Nominal Nacional, alrededor de 37 millones de ciudadanos y ciudadanas.
La estrategia del Presidente es siempre la distracción.
Las tlayudas.
Sus pleitos personales.
Sus odios.
Sus rencores.
Ahora nuevamente el Avión Presidencial que ya había rifado y que ahora dice rentará, ¡sí, en serio!, para bodas y fiestas de XV años.
La masacre de Zinapécuaro, Michoacán, no es la única reciente.
Apenas a finales de febrero, hace menos de un mes, se registró también en Michoacán el presunto fusilamiento de 17 personas.
El Presidente también desestimó el evento, porque “no hubo cuerpos”.
Están también los casos de corrupción.
De su hermano Pío recibiendo dinero en efectivo en sobres amarillos.
Su hijo José Ramón y su inexplicable riqueza y su Casa Gris de Houston, Texas, que no ha podido explicar con lógica.
Esta tarde de lunes, también la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) dio un fuertísimo revés al Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, a quien el tabasqueño hizo procurador y luego propuso como el primer fiscal “independiente” al Senado, que lo ratificó.
El Máximo Tribunal concedió un amparo a Alejandra Cuevas para recobrar su libertad y absolvió también a su madre Laura Morán, acusadas de no haber auxiliado a Federico Gertz Manero, hermano del fiscal.
El cargo era “homicidio por omisión”.
Se comprueba así el uso del aparato de justicia del Estado Mexicano, para una venganza personal de uno de los colaboradores más cercanos del Presidente.
Como en los peores tiempos del PRI.
O la oscura época del PAN.
La lista es larga.
Las omisiones, agravios, presuntos delitos y abusos de los colaboradores del mandatario son muchos.
La inseguridad es grave.
Los demonios siguen sueltos.
Y el país es una pantomima.