Independientemente de la posible corrupción y los varios conflictos de intereses del hijo del Presidente de la República, consignados en el reportaje de la llamada Casa Gris de Houston, en el pleito de Andrés Manuel López Obrador contra el periodista Carlos Loret de Mola hay, en el fondo, otras grandes vertientes que se asoman por la sincronía con la discusión de la Reforma Eléctrica, la Consulta sobre Revocación de Mandato y otros asuntos vitales que hoy están en juego en la nación dividida y polarizada que observamos todos los días. Aquí no hay coincidencias.
Ya 15 días ha dedicado el primer mandatario a este tema.
El exceso de haber mostrado los supuestos ingresos del comunicador, por más de 35 millones de pesos al año, no tiene excusa y es reprobable.
Un abuso.
De poder.
También una transgresión a todos los límites escritos y no escritos.
Pero no hay que quedarse solamente en ese debate.
El reportaje en el que se exhibió la ostentosa vida de José Ramón López Beltrán, el primogénito del tabasqueño, hay demasiados datos.
Versiones periodísticas aseguran que se trata en realidad de una investigación de profesionales del FBI (Buró Federal de Investigaciones, en español) estadounidense.
Se tiene la hipótesis de que incluso la pidió y financió un gobernador panista del norte del país.
Y que se entregó a LatinUs, la empresa para la que trabaja Loret.
El asunto ya se convirtió en una guerra abierta, en la que ha salido a la luz el lado flaco del Presidente: su familia.
Es, por lo visto y por mucho, su gran Talón de Aquiles.
Su gran debilidad, como ha quedado expuesto durante todas “las mañaneras” desde que estalló la bomba.
Ahora bien, LatinUs es, evidentemente, por sus producciones y las capacidades material y humana que despliega, una empresa con muchos, muchos recursos.
Y no sólo de tipo económico.
En el centro de su financiamiento, también reconocido públicamente por el ex gobernador, está el contexto del Grupo Tabasco del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que encabeza Roberto Madrazo Pintado, viejo enemigo de AMLO.
Así de claro.
Sería inocente y absurdo suponer que, precisamente en el momento en que está por sellarse el apoyo de un sector de la oposición a la Reforma Eléctrica lopezobradorista, aparezca y se alimente este tema, por razones genuinas.
Al menos no todas.
Y además tan cerca de la Consulta de Revocación de Mandato, que tiene cita para el 10 de abril.
Esos son dos temas vitales para Andrés Manuel López Obrador, quien transita quizá por el peor momento de su sexenio y que sigue iracundo y, seguramente por eso, sin poder dejar atrás la crisis de la Casa Gris.
Se suma el contexto que, también por lo visto, lo exaspera: que toquen a su familia.
Hay signos de que el Presidente no estaba completamente enterado del estilo de vida de su primogénito.
De su esposa, la señora que “al parecer tiene dinero”.
Eso, a pesar de que, hasta el menor de sus cuatro hijos, según evidencia que se publicó en Internet, pasó al menos una temporada en la mansión texana.
Hay intereses que se pretenden esconder.
Intenciones soterradas.
Que, sin embargo, se asoman.
En medio de la guerra, también está un dato relevante:
De acuerdo con la encuesta de C&E Research, tras el escándalo de la también denominada “Casa de la Corrupción” y luego de 15 días de debate y enfrentamientos, López Obrador cayó 10 puntos en su aprobación.
Aun así, tiene el apoyo del 57 por ciento de los encuestados.
Hay mucho ruido.
Mucha pirotecnia.
Mucho humo.
Muchos intereses en juego.
Muchas trincheras.
Muchos grupos peleando una guerra, la eterna, infinita, inevitable guerra por el poder.