En un ejercicio entretenido, con destellos, propuestas, episodios hilarantes y hasta golpes bajos, el candidato de Juntos Haremos Historia (Morena, PT y PVEM) a la gubernatura, Luis Miguel Barbosa Huerta, salió ileso del ataque por doble flanco que en el debate realizaron, por momentos en nado sincronizado, sus adversarios, quienes recurrieron a desgastadas acusaciones que no tuvieron efecto contundente. El morenista administró su holgada ventaja y jugó al pie de la letra el papel del puntero, sin limitarse para mandar a la lona, en ocasiones específicas, lo mismo al candidato de PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, Enrique Cárdenas Sánchez, que al priísta-marinista Alberto Jiménez Merino. La contienda de la noche de este domingo que organizó el INE, sin embargo, en nada cambiará el resultado que se espera inexorable el 2 de junio.
Barbosa no ganó, tampoco perdió, pero al final del encuentro esa indefinición o equilibrio, como se le quiera ver, dejó la percepción de que fue el vencedor, por el simple pero contundente hecho de ir a la cabeza de las preferencias electorales.
En conclusión, desarrolló la estrategia prevista: convertir con habilidad los “misiles” en su contra, en balas apenas de salva.
Un sondeo del Buró de Estadística y Análisis de Opinión Pública, S.C. (BEAP), de Rodolfo Rivera Pacheco, que se realizó tras el debate que se celebró en el Complejo Cultural Universitario de la BUAP, muestra esa percepción.
De acuerdo con 400 encuestados vía telefónica, 43.8 por ciento vieron ganador a Barbosa; 34.6 por ciento a Cárdenas, y un lejano 13.4 por ciento a Jiménez Merino.
El éxito del candidato Barbosa estuvo precisamente en haber cuidado su ventaja.
Contestó lo que quiso, ignoró lo que decidió conveniente y a sus contrincantes los vio de arriba hacia abajo.
A pesar de que tuvo un desempeño muy por encima de lo que se esperaba, Cárdenas Sánchez fracasó, porque no aprovechó su última oportunidad para propinar un nocaut al puntero.
Sus bombas ni a petardos llegaron.
El ex rector de la Universidad de las Américas de Puebla (UDLAP) lanzó golpes, pero ninguno fue letal y se extravió en su desconcierto e incapacidad para comunicar.
Más efectivo fue Barbosa al trivializar sus ataques, restándole seriedad y estatura.
Con llamarlo fifí, vividor del presupuesto, defraudador y una fichita, Barbosa Huerta lo anuló en sus circulares acusaciones con datos ya desgastados sobre su patrimonio, esos que antes ya fueron muy utilizados sin efecto real en 2018 en la guerra contra el morenovallismo.
En tanto, igual tuvo el puntero precisión para mandar a la lona al priísta Alberto Jiménez Merino, quien quiso hacer de cómplice de Cárdenas, y nadar por momentos sincronizadamente para golpear al candidato del Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
Para cerrarle la boca al candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a Barbosa le bastó con recordarle su pasado marinista y llamarlo a confesar ante las autoridades en dónde está escondido su padrino y patrocinador Mario Marín Torres, el góber precioso, para evitar la cárcel por el proceso por tortura contra la periodista Lydia Cacho.
Jiménez Merino había tenido la bajeza de utilizar una foto del pasado y de un muerto, cuando hubo proyecto en común entre el ex senador y el ex mandatario Rafael Moreno Valle, para atacar.
Le costó caro al priísta, quien por cierto fue el único que no estuvo acompañado la tarde de este domingo en el CCU por su presidenta nacional de partido, Claudia Ruiz Massieu Salinas.
(Barbosa tuvo el acompañamiento de Yeidckol Polevnsky, de Morena, y hasta Cárdenas el de Marko Cortés, del PAN).
En la cúpula tricolor, nos quedó claro, dan tan por muerto al marinista, que ni un viaje de dos horas, entre la Ciudad de México y Puebla, le conceden como esfuerzo.
Las coronas fúnebres se las colocaron hace tiempo desde el Comité Ejecutivo Nacional (CEN).
También con un desempeño sorpresivo, con algunos chispazos, sin embargo el ex titular de Desarrollo Rural de Mario Marín también dio un par de momentos hilarantes.
Uno, cuando una de las moderadoras, la periodista poblana Patricia Estrada Sánchez, lo evidenció en el desconocimiento de sus propias propuestas, pues lo hizo trastabillar al tener que admitir que era una misma que había presentado en 2018 la fallecida gobernadora Martha Érika Alonso Hidalgo.
Otro más, cuando casi deja ir un turno de un minuto en réplica, pues no tenía “comentarios”.
Tampoco pudo nunca el priísta salir del estado de nerviosismo y se extravió en las tomas, pues no atinó en varios momentos a mirar a la cámara correcta.
Las dos moderadoras, Estrada y Gabriela Warkentin, tuvieron un papel destacado, al ser incisivas en las preguntas para centrar las respuestas de los candidatos, cuando buscaban andarse por las ramas.
El formato estuvo así planteado y aceptado por los tres bandos.
Hasta en eso Barbosa fue quien mejor resistió el ejercicio, a diferencia de Cárdenas que llegó y se fue enojado.
La rabia personal que arrastra el abanderado “ciudadano” desde que quiso ganarle en la interna de Morena la candidatura, aún domina sus emociones.
El de este domingo fue tal vez el debate más entretenido de los cinco que se han realizado en procesos a la gubernatura en la historia de Puebla.
Sin embargo, será imperceptible su efecto.
Ni a quien le salieron las cosas como estaba previsto, ni a quien fracasó, los números le cambiarán.
A partir de este domingo faltan 14 días para ir a las urnas.
A esa poca distancia, las definiciones llegaron.
El debate fue interesante, pero de ninguna forma cambiará el resultado que se espera el 2 de junio.
Las cosas están consumadas, por más que haya quien aún crea que el milagro es posible.