Hundiéndose en las arenas movedizas de su incapacidad e inexperiencia y las circunstancias de la entidad, con ánimos crispados y vacíos de poder por la resolución pendiente del TEPJF, el lopezobradorismo de la LX Legislatura ha fallado en el cumplimiento de su obligación -incluso histórica-, como bancada mayoritaria, de ser garante de gobernabilidad y madurez. Más allá de la lamentable violencia física entre legisladores, los grupos de MORENA, PT y PES han llevado al Congreso local a la parálisis, por caprichos de sus integrantes, su agenda de venganza y su negativa al diálogo con otras fuerzas y poderes. Se trata de una crisis de alta gravedad y sin precedentes en la historia del estado de Puebla.
La génesis de esta peligrosa situación que sufre el Legislativo poblano comenzó desde antes de su instalación, el pasado 15 de septiembre.
En principio, los líderes y también los 22 integrantes lopezobradoristas supusieron que, casi sin experiencia, podrían soportar la responsabilidad de encabezar el Congreso.
Se lanzaron a una aventura revanchista sin cálculo.
Los primeros vieron muy simple su conversión, casi súbita, de brigadistas y porristas de mitin a líderes parlamentarios.
Sobrevaloraron sus capacidades.
El caso más claro es el de Gabriel Biestro Medinilla, presidente de la Junta de Gobierno y Coordinación Política, quien es un convidado de adorno, en lo que respecta a las decisiones que la mayoría toma.
El verdadero líder de ese inexperto e irreflexivo grupo es José Juan Espinosa Torres, presidente de la Mesa Directiva, un agitador profesional, quien busca todos los días reventar la ya de sí frágil tolerancia de la oposición.
No se equivoca el presidente de Movimiento Ciudadano, Fernando Morales, al calificar a Biestro como la “dama de compañía” del llamado JJ.
El también aún presidente estatal del Movimiento Regeneración Nacional (MORENA) no ejerce como líder del Legislativo y termina, a pesar de su escalafón de mayor rango, por ser un obediente súbdito de quien es calificado también por la bancada del PRI como un “provocador”.
La descripción que hace la coordinadora de los priístas, Rocío García Olmedo, es precisa: José Juan Espinosa ha “vulnerado las reglas mínimas que hay de convivencia y que debiera haber de respeto”.
Siempre superado por las circunstancias, con reflejos nulos, cómplice del lamentable estado de cosas en el poder Legislativo, Gabriel Biestro es incapaz de matizar y administrar la agenda de revancha que lleva al encono.
La actitud arbitraria de la mayoría lopezobradorista.
El desequilibrio en esa bancada.
La unipersonal y caprichosa conducción que hace José Juan Espinosa de las sesiones.
Sus violaciones constantes al Reglamento Interno y Ley Orgánica.
Su misoginia y amenazas.
La institucionalidad está completamente rota en la actual legislatura.
Hay, por parte de la mayoría lopezobradorista, enfrentamientos innecesarios con otros poderes y oídos sordos al ofrecimiento de diálogo del gobernador Tony Gali.
Luego de la gresca del pasado martes, tras la reunión de la Junta de Gobierno, ahora Biestro pide paz y civilidad.
Sin embargo, tramposamente buscan él, Espinosa y también los otros 20 diputados y diputadas de ese grupo hegemónico, disfrazarse de víctimas.
El tema no es quien tiró el primer manotazo el martes pasado.
El fondo es más profundo y añejo.
Es el lopezobradorismo del Congreso local, que no ha sabido comportarse con la responsabilidad de ser mayoría, el que comenzó todo.
La solución la han puesto sobre la mesa los legisladores emanados del Frente: destitución de José Juan como presidente de la Mesa y en su lugar el nombramiento del actual vicepresidente Héctor Alonso Granados, también lopezobradorista.
Ni siquiera buscan desplazar a la mayoría de la designación final de esa posición.
Esa mayoría que pega y esconde la mano.
Aquella que ha fallado en el encuentro histórico con la oportunidad que le dieron los ciudadanos en las urnas.
Y ese mandato, nunca, que lo tengan seguro, fue llevar al Congreso a una crisis y una parálisis.
¿Se terminará este penoso espectáculo cuando, por fin, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación emita su fallo sobre la elección a la gubernatura?
¿O las llamas del odio arderán todavía más para desgracia de un estado que ya empieza a padecer las consecuencias sociales y económicas del clima de polarización que existe desde antes, durante y después de la elección del pasado 1 de julio?