No faltó quien el pasado sábado se desgarrara las vestiduras, o se tirara al suelo, por la ausencia del gobernador Tony Gali Fayad a la sesión solemne del Congreso del estado en la que se instaló la LX Legislatura y en la que se estrenó la mayoría de diputados de la coalición Juntos Haremos Historia: Morena, PT y PES.
Hubo quien habló de “desaire”, de “grosería”, y también quien, oportunista y desinformado, quiso hacer de este punto el epicentro de lo sucedido en el Palacio Legislativo.
Nada más fuera de la realidad.
El jefe del Ejecutivo no acudió al Congreso por una y muy sencilla razón: Tony Gali tenía una serie de eventos previamente agendados en la Ciudad de México, imposibles de cancelar.
De hecho, según cuentan funcionarios de primer nivel, sí fue invitado pero nunca confirmó que iría a la citada sesión solemne.
A pesar de ello, los nuevos diputados, tal vez por inexperiencia en el trato con los titulares de los otros dos poderes, lo incluyeron en su orden del día.
Por otro lado, nada obliga a un gobernador –o gobernadora- a asistir al arranque de una nueva Legislatura.
La presencia del Ejecutivo es, más bien, parte de un protocolo que mucho tiene que ver con la cortesía política o las buenas maneras, pero ninguna ley o reglamento señala que sea forzosa.
Eso aplica también para los presidentes de México.
Andrés Manuel López Obrador no fue al inicio de los trabajos de la LXIV Legislatura en las Cámaras de Diputados y Senadores, el pasado 1 de septiembre, y obviamente nadie, en su sano juicio, se lo reprochó.
¿Desaire?
¿Grosería?
De ninguna manera.
Lo que sí es digno de resaltar es el oficio político de Tony Gali, oficio que ya quisieran muchos actores de esta Puebla kafkiana y levítica, del pasado y del presente.
El domingo el gobernador sacó a flote, y de qué manera, una situación que se anticipaba por lo menos incómoda: el encuentro con el diputado José Juan Espinosa en el marco del desfile conmemorativo al CCVIII aniversario del inicio de la Lucha de Independencia de México en el zócalo de la capital.
En los últimos meses, más metido en su papel de porro que de político profesional, el recién estrenado presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados ha sido grosero y violento a grado extremo con Tony Gali; más de una vez, incluso, ha perdido las formas y ha rayado en lo soez.
Imposible dialogar –o mínimo ser amable- con quien no quiere escuchar más que su “verdad” y con quien suele llevar al terreno de lo personal lo que es meramente político.
Por eso se esperaba con algo más que morbo el encuentro entre el mandatario estatal y el ex morenovallista José Juan Espinosa, quien fue invitado –y acudió- en su calidad de representante del poder Legislativo local, un poder por primera vez en la historia de Puebla con una mayoría de diputados que no son del mismo partido o grupo político del gobernador en turno.
Pero Tony Gali dio clase de política y no sólo no hubo el choque de trenes que muchos auguraban, sino que logró acordar con Espinosa llevar a cabo en breve una reunión con el gobernador y todos los diputados y las diputadas de la LX Legislatura, incluidos los de Morena.
Esto, a fin de mantener un diálogo abierto y permanente el tiempo que resta de la actual administración estatal, lo que deja sin efecto la prohibición que tenían los legisladores de Morena, PT y PES para entablar cualquier especie de contacto con las autoridades en tanto no se termine de resolver el caso de la gubernatura, el famoso Caso Puebla, cuyo litigio está actualmente en tribunales electorales.
Tanto Gali como Espinosa hicieron público el acuerdo a través de sus redes sociales, y el segundo también mediante un comunicado:
La fecha de dicha reunión aún se desconoce, pero el simple hecho de lograr que José Juan Espinosa, conocido por su radicalismo y virulencia, la haya aceptado, representó todo un éxito para Tony Gali.
Por más que la noche de este mismo domingo se haya conocido que el presidente electo Andrés Manuel López Obrador declaró en Hidalgo, en un nuevo y garrafal error, que no vendrá a Puebla en tanto no haya desenlace por la gubernatura de Puebla.
Como si los ciudadanos, los millones de poblanos con millones de urgente necesidades, tuvieran la culpa de ello.
¿Pero qué se puede esperar de quien el sábado aseguró que la corrupta de Rosario Robles es un chivo expiatorio y que las acusaciones en su contra por desvío de recursos públicos a su paso por la Sedesol y la Sedatu, son un circo?
Como diría el clásico: sin comentarios.