La guerra intestina en MORENA por la congruente actitud de la presidenta municipal capitalina electa, Claudia Rivera Vivanco, de reunirse este miércoles con el gobernador Tony Gali para atender con urgencia la inseguridad, el mayor problema que aqueja a los poblanos, y participar de inmediato en las reuniones de gabinete sobre el tema, delatan un profundo resquebrajamiento de la ya de sí frágil unidad en torno al candidato derrotado, Luis Miguel Barbosa Huerta, y en el otro y más preocupante extremo, la advertencia de que los radicales no dejarán a gobernar ni a los suyos, a quienes son capaces de tildar de “traidores” y llevar al fusilamiento sumario, por no seguir con el cuento del fraude electoral.
Obstruyendo las responsabilidades que Claudia Rivera adquirió con los poblanos en las urnas, el ya solamente por unas semanas más presidente estatal del Movimiento Regeneración Nacional (MORENA), Gabriel Biestro Medinilla, le prohibió públicamente asistir a ese encuentro institucional.
Quisieron él y el mismo Barbosa, quien también lanzó veneno desde Twitter un día antes, contagiarla de su rencor y odio contra el gobernador, quien dicho sea de paso supo mantenerse al margen de la contienda y cumplió cabalmente con su papel institucional, por más que los rijosos le cuelguen “milagritos”.
Si hay alguien a quien nada hay que reprocharle en torno al conflicto postelectoral es precisamente a Gali Fayad, quien incluso ha mantenido la calma ante las agresiones directas, buscado construir puentes de entendimiento con los vencidos y el equipo de Andrés Manuel López Obrador, y llamado a la civilidad, la paz y el respeto a las instituciones electorales, las únicas facultadas para poner punto final –o punto y seguido- al proceso electoral poblano.
Como efecto adicional, pero positivo, con este penoso episodio protagonizado por “El Hooligan” Gabriel Biestro, la alcaldesa electa Claudia Rivera Vivanco además se fortalece.
Asume con valentía y por encima de lealtades partidistas y a sus líderes, el papel que le corresponde y se prepara para gobernar la cuarta ciudad más grande del país. Una ciudad que sufre de un clima de inseguridad como pocas veces en la historia reciente.
Así, con madurez e inteligencia, Claudia Rivera pintó su raya con el MORENA violento y conflictivo, ese que encabezan los Barbosa, los Biestro, los José Juan Espinosa.
Ese que pareciera tener sus días contados, ante la actitud responsable que irán mostrando otros actores, a pesar del llamado de Biestro a todos los alcaldes y legisladores electos de su partido a desdeñar encuentros con funcionarios del gobierno estatal.
Tampoco quieren que gobiernen.
La ingobernabilidad pareciera ser la divisa con que esos morenistas navegarán desde el Congreso local, desde los ayuntamientos, desde las bancadas en San Lázaro y el Senado.
A contracorriente y soportando las viscerales condenas internas y hasta insultos muy bajos, Claudia Rivera fue a lo suyo y, sin distracciones, supo aprovechar muy bien la reunión con Tony Gali.
Presentó sus propuestas, planteó su interés en participar en las reuniones sobre seguridad y recibir la información de la Fiscalía General del Estado, sobre los grupos del crimen organizado que podrían tener influencia en la ciudad de Puebla.
Los dos, dice el comunicado oficial y es un dato medular, “recalcaron que el servicio público involucra hacer política de altura, sin distinciones partidistas, por lo que trabajarán juntos el tiempo que estipule la ley”.
Exactamente, política de altura.
Hace unos días, Tony Gali había hecho un llamado en ese sentido, a todos los actores políticos a “encaminar las inconformidades postelectorales por la vía institucional, sin vulnerar la paz social ni la tranquilidad de las familias poblanas”.
“Si tienen pruebas que las presenten ante las instancias correspondientes”, retó.
Incluso, el gobernador anunció que seguiría el ejemplo del virtual presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, quien ha mantenido puentes de comunicación con todos los sectores sociales con el propósito de construir, bajo la unidad, un mejor país.
Lamentablemente no se trata de una opinión subjetiva, sino que MORENA ha dado muestras muy claras de que no quiere gobernar, ni que nadie lo haga.
El caos, como hemos dicho, es su elemento.
López Obrador deberá tomar una determinación, en cuanto regrese de sus días de descanso.
Es urgente.