Muy distinto a lo que pasó en 2006 y en 2012, aun perdiendo las elecciones presidenciales de este 2018, el Movimiento Regeneración Nacional (MORENA) y su líder y candidato, Andrés Manuel López Obrador, no se irían con las manos vacías. En ese escenario, lejano pero no imposible, el tabasqueño y sus correligionarios tendrían mucho que obtener sin importar quién de los abanderados que hoy lo ven desde lejos, Ricardo Anaya o José Antonio Meade, llegara a Los Pinos, muy previsiblemente por un escasísimo margen.
En esa hipótesis, el proceso terminaría por obviedad en la mesa del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), lo que abre la puerta para todo tipo de negociaciones y, en éstas, la elección de Puebla puede ser objeto de un acuerdo de gobernabilidad y transición pacífica con AMLO, quien es un animal político más pragmático de lo que muchos advierten.
Nuestro estado, como otros (Morelos y Tabasco como ejemplo) están en ese rango que responde a la pregunta de ¿qué le darían a López Obrador a cambio de irse tranquilo a su rancho “La Chingada” como un “buen perdedor”?
Puebla es un estado política y económicamente muy apetecible y representaría un buen “pago”, sobre todo en el entendido de que el candidato presidencial de MORENA y su partido tienen opciones de “triunfos parciales”.
No habrá manos vacías ni perdedores absolutos, eso es seguro.
De ninguna manera el lopezobradorismo se iría sin nada, sobre todo ante tantos cargos en disputa y su innegable fuerza.
No otra vez.
No como en 2006 y en 2012.
Esta posibilidad no se encuadra en el simplismo de la concertacesión, tan socorrida en el salinato, que implica un descarado trueque, un toma y daca.
No. Se trataría de reconocer posibles triunfos, en un escenario cerrado, renunciando a cualquier impugnación.
Gobernabilidad y transición pacífica.
De ahí que los estados más fértiles en ese escenario sean Puebla, Morelos y Tabasco, por ahora, con los datos previsibles que se tienen.
La interrogante, entonces, será el nivel de pragmatismo que también se encuentre del otro lado.
¿Cedería el morenovallismo la plaza poblana para que AMLO se vaya en paz y deje encerrado al tigre?
¿A cambio, también, de qué?
Porque los pactos serán cupulares, pero se requiere de la colaboración de las fuerzas regionales.
Igual en otros estados.
Por esta posibilidad de negociación no solamente pasan las nueve gubernaturas en juego el próximo1 de julio, sino también las elecciones legislativas.
Ahí se juega también mucho, pues un Presidente sin fuerza suficiente en la Cámara de Diputados y el Senado de la República enfrentará muchos obstáculos para gobernar.
De nueva cuenta la ecuación indispensable: gobernabilidad y transición pacífica.
Las mayorías simples, al menos la mitad más uno de los integrantes de San Lázaro (251 de 500 diputados) y la Cámara Alta (65 de 128 senadores), a favor del mandatario que comenzará su sexenio el próximo 1 de diciembre, ya sea de su partido o a través de reeditar en el Parlamento las alianzas electorales, son también materia de negociación.
A pesar de los amagos y hasta previsiones de agoreros que ven un inexorable conflicto mayúsculo si no gana Andrés Manuel López Obrador, en realidad hay puertas que se abren hacia soluciones prácticas.
Puebla sería un estado clave en éstas.
Hay quienes temen al tigre, pero en realidad podríamos estar ante un astuto zorro que sabe la diferencia entre el pasado y 2018.