Como hongos silvestres en medio de un aguacero, empiezan a surgir un día sí y el otro también pronunciamientos –que de aislados o casuales tienen poco- a favor de Enrique Agüera Ibáñez.
Franeleros, cetemistas, poblanos en movimiento y agrupaciones nacidas de la nada han saltado al ruedo y asegurado que el candidato del PRI a la alcaldía de Puebla debe ser el rector de la BUAP.
El fenómeno de la cargada ha sido reeditado en tiempo y formas. Los búfalos priístas gozan de cabal salud y ya levantaron olas.
Y es que es la primera vez que grupos ligados directa o indirectamente al tricolor manejan abiertamente –sin darle vueltas- el nombre del académico para un cargo de elección popular.
Durante mucho tiempo, el prestigio del rector y su lugar en las encuestas –encabeza todas las hasta ahora conocidas- han provocado que en distintos momentos y coyunturas se le incluya en las ternas para gobernador, diputado, senador y –como ahora- presidente municipal.
Nunca antes, empero, había sido destapado con tanta claridad como en estos días. La reserva, la discreción, el cuidado de la forma, la operación subterránea fueron siempre el santo y seña.
¿Qué cambió? Es sencillo: también es la primera vez que Agüera está verdaderamente interesado y convencido en competir por un cargo de elección popular.
Y es que el fin de su largo rectorado se acerca, su legado ya ha sido consumado, y hacia adelante no hay sino el reto profesional y personal de abandonar El Carolino por la puerta de enfrente para enfrentar la prueba de las urnas y empezar la carrera política que, antes, se ha pospuesto por diversas razones.
Un cambio de actitud a raíz del encuentro de hace unos días con el presidente del CEN del PRI, César Camacho Quiroz, ante quien expresó las palabras mágicas: “Sí quiero y sí puedo”, si bien públicamente seguirá siendo discreto, esperando los tiempos y reiterando que por hoy no tiene más ocupación -y preocupación- que la BUAP.
Tres razones animan a Enrique Agüera: la estupenda relación que ha forjado con el presidente de la República, el liderazgo en los sondeos –es el suspirante con menos negativos pese a las campañas de lodo que ha sufrido- y (ahora) la amistad que tiene con Fernando Moreno Peña, con quien comparte la pasión y la emoción por la universidad pública. El nuevo delegado del CEN del PRI fue rector de la Universidad de Colima y él lo ha sido de la de Puebla desde 2004.
Que nadie se extrañe si en los próximos días continúan los pronunciamientos a favor del rector, pronunciamientos que a nadie estorban y que también –hay que decirlo- nada aseguran. Son sólo eso: expresiones de simpatía, deseos y sueños en voz alta.
Y es que algo es claro: Pepe Chedraui y Enrique Doger siguen en la jugada; faltan varios, varios días para febrero –el mes decisivo-, y la última palabra no pertenece a los búfalos: su dueño, su único propietario es un señor de apellidos Peña Nieto.