Todo parece indicar que el único que no puede o no quiere darse cuenta que el SOAPAP sigue siendo la misma cloaca de siempre, es su director general, el queretano Manuel Urquiza Estrada.
A pesar del “cambio” en el poder Ejecutivo, hay cosas que permanecen inalterables, y una de esas es precisamente el sistema operador encargado de dotar de agua potable a los poblanos, organismo que –valga el lugar común- se lubrica y funciona a partir de (y desde) la corrupción.
A Urquiza, ciertamente, se lo dejaron saqueado y vuelto a saquear, pero tampoco ha hecho demasiado por hacer la limpia correspondiente.
Más que una “auditoría forense”, como dice él, lo que el SOAPAP requiere, y urgentemente, es una cirugía mayor.
Un ejemplo, uno solo, es el caso de José Abelardo Puga Camacho, gerente de construcción, quien por razones que se explican solas logró que la obra SOAPAP-2010-11, referente a “Suministro de Piezas Especiales e Instalaciones de Tubería para Línea de Conducción para Riego de Áreas Verdes con Agua Tratada, tramo Planta de Tratamiento San Francisco-Lomas de Angelópolis”, recayera en una empresa, Perecar y Asociados, ligada por varias vías (una de ellas la monterista) a uno de los mayores depredadores del SOAPAP, el ex director Eduardo Macip Zúñiga.
Como se recordará, Perecar, de Alberto Pereyra, es la firma que en tiempos de Mario Marín ejecutó, y cobró como si fuese de oro, la nueva Vía Atlixcáyotl, con el diezmo correspondiente.
Bueno, pues resulta que con la mencionada obra encomendada a esta compañía por el SOAPAP de repente empezaron a pasar cosas extrañas; una de ellas: desvíos de tiempo y de incidencia de costos, lo cual implicaba en los hechos que el monto de la inversión resultara a la postre más, mucho más alto que el contratado.
Un típico fraude en beneficio de quien lo autoriza y de quien lo cobra.
Fue el ingeniero Jorge Fernando Morales Molina, el supervisor de la obra, el encargado de alertar a su superior, el citado José Abelardo Puga Camacho, de esta y otras irregularidades.
¿Para qué lo hizo?
Morales Molina, un respetado maestro en estructuras, con un amplio currículum en el ramo de la construcción y conocido por su colaboración en proyectos tan importantes como El Triángulo de Las Ánimas, fue despedido de manera fulminante, y sin que le explicaran las razones.
La verdad es que, víctima de un claro abuso de autoridad, su pecado fue descubrir el gran negocio tolerado desde la Gerencia de Construcción del SOAPAP, dominado por los mismos intereses del pasado que el morenovallismo juró combatir.
Este documento prueba todo lo anterior y que, efectivamente, las cosas en el SOAPAP no sólo no cambian, sino que los mismos que lo han saqueado siguen haciendo de las suyas con absoluta libertad e impunidad, y en las narices de Urquiza Estrada, un director general que es un flan y que no, de plano no ha estado a la altura del reto: