Aguja maravillosa

Lesly Mellado May

Un todopoderoso africano tiene a su servicio cientos de personas, una de ellas se dedica a seguirlo con un cojín para que a la hora de sentarse no queden colgando lo pies del rey chiquito.

Un todopoderoso microbusero de piernas cortas suelta el clutch y golpea a un automóvil por detrás. Se resiste a bajar del camión y manda a su achichintle a decir al agraviado que ni le haga al cuento porque no’más fue un arrempujón.

Un todopoderoso de la aldea empieza por querer dominar su cuerpo: se retira con cirugía plástica un lunar de la frente,  manda a cortar las patas de su silla del salón de Cabildo para que no le cuelguen los pies y ordena que su imagen quede plasmada en un mural del palacio municipal.

Así son los caciques y caciquillos, desde el principio de su historia en el poder sacan a relucir sus sinsabores y complejos que les impiden disfrutar la cima que alcanzaron.

En los últimos días, en su papel de góber precioso, Marín se ha dedicado a mostrar hasta dónde llega su poder como gobernante de un pueblo pobre e ignorante.

Los panistas se quejan del carro completo y la elección de “estado”, pero ¿no fueron ellos los que decidieron regalarle a Marín un muro de impunidad al procurar que la Suprema Corte de Justicia de la Nación lo exonerara de los abusos que cometió contra la periodista Lydia Cacho?

El saldo a partir de entonces es sólo retroceso.

Sus hermanos Enrique y Julieta fueron colocados como diputados. A más de año y medio de la campaña que realizó Enrique Marín para ser legislador local, se difundió un video en el que hace gala del cacicazgo encabezado por su hermano…  y nada pasó.

Su hijo se encarga de dar premios y castigos a los jóvenes que recién ingresan al PRI, incluso hasta regala candidaturas.

La cuenta pública del año pasado fue aprobada de manera exprés por los diputados locales, sin que supiéramos cómo, en qué gastó, si hubo pliegos de observaciones, si de verdad cumplió con disminuir el gasto corriente, si los funcionarios cumplen con sus horarios y dejaron los desayunos fuera de la oficina, como lo prometió cuando tomó posesión como gobernador.

Reformó la ley para que sus finanzas sean juzgadas por esta Legislatura (que está de rodillas y a sus pies) y no por la siguiente, por si acaso.

Si bien estas prácticas resultan graves, más preocupante es que nadie se sorprenda y que a la fuerza de los años de autoritarismo los agravios se miren como algo natural.

En el furor de los últimos días lo candidatearon para presidente y hasta amenazó con que su sexenio no terminará en 2011… de cumplir su palabra ¿cuánto nos restará de autoritarismo e impunidad?


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