El hombre que cambió mi vida
Fuiste el primero en demostrarme que no todos los hombres eran iguales. Hasta mis 7 años mis padres y los padres de ellos se habÃan encargado de dejarme claro, con el vivo ejemplo, que las mujeres eran las que cocinaban, lavaban y planchaban. Las mismas que debÃan calentar las tortillas y servir la comida caliente a sus esposos.
¿Por qué mi tÃo Carlos sà barre y lava los trastes? Le pregunté a mamá la primera vez que vi esa escena y no cabÃa de la impresión.
TenÃa 7 años cuando te conocà y supe que no todos los hombres gritaban, que no todos se dedicaban a dar órdenes, que sà habÃa quienes eran amables y sonrientes.
Crecà en un matriarcado tradicional, ese donde las mujeres mandan pero al mismo tiempo fomentan el machismo por una costumbre que heredaron de generación en generación. Sin cuestionar.
Cuando yo sea grande también quiero que mi esposo sea como mi tÃo Carlos, pensaba. El hombre más noble, paciente, trabajador y dedicado a sus hijos que he conocido. Pero la vida no es color de rosa. Como a todos, el estrés de la vida cotidiana lo alcanzó, la inseguridad lo asaltó y esta exigencia de cumplir con la lista del súper que nos dicen que es la vida, lo fue apagando.
Un dÃa sus nervios reventaron. Tiempo después las células fueron mutando hasta dominar su temperamento, sus dÃas y su salud. Tras su primer diagnóstico de cáncer, todos nos quedamos helados. En la recaÃda y recta final, no hubo quien no quedara con el vacÃo que nos ha dejado.
Han pasado cinco años. Aún sueño de vez en cuando que me mira y sonrÃe, como cuando le pedÃa que tocara con la guitarra y cantara “Hasta donde te quiero” o “Amor Marinero”.
DÃa de Muertos - Diego Rivera - 1924