Estamos todos locos
Es increíble lo que uno puede hacer para escapar de la vida cotidiana. Yo choco. Sí. Voy y me estampo. En lo que sea. La primera vez fue un puesto de tacos. La segunda, una carcacha ochentera. La tercera, una guarnición impidió que me fuera al río Atoyac. La cuarta, experimenté la carambola. Y ya la quinta restregué el costado de mi Ibiza en el filo de un camión de redilas.
Ustedes pensarán que soy muy pendeja al volante. Y sí soy un poco cafre. Pero lo cierto es que en cada ocasión, días antes soñaba o fantaseaba con alguno de estos percances. Lo atraje pues, dirán los amigos de las “vibras”. Es mi inconsciente manifestándose, afirmarán los psicoanalistas que comulgan con Freud. Así de suicida puedo ser.
Decía que choco cuando estoy chocada porque esperar a que mi novio pasara por mí, sostuviera mi bolso, me tomara de la mano para caminar a la esquina y abordar la combi, me parecía la escena más romántica que habíamos vivido desde nuestra luna de miel. Sí. Soy rara.
Claro está que para salir de la rutina, unos hacen menos drama que yo. La mayoría enferma. Otros tantos compran. Los más cómodos eligen el alcohol, el sexo o las drogas. Los ordinarios viven la vida loca. Porque YOLO, dicen. You Only Live Once, para quienes nacieron antes de 1995.
Hace más de ocho años, cuando la aventura de este blog comenzó, debí confesar que sufro de inestabilidad emocional. Solía calificarme como depresiva hereditaria, pero llega un punto en la historia en el que ya no puedes seguir culpando a tus antepasados. Por muchos años supuse que algún día “maduraría”. Pero no ha sido así. Al contrario. Cada vez me convenzo más de que el mundo de quienes se dicen cuerdos, es un panteón. Así que hace dos años, un día simplemente dejé de escribir. Me dio la crisis existencial. Crisis de inspiración, le dije al buen hombre que dirige este barco y cree en mis letras. El mismo al que ayer escribí: “Estoy lista. Las vacaciones han terminado”.
¿Quién no se ha preguntado qué carajos hacemos en este mundo? ¿Nadie? ¿No? ¿Nunca? ¿Un día después de la resaca de tanta felicidad? Pues yo sí. “Quiero hacerme un encefalograma para ver que tenga todo conectado”, le comenté un día a un viejo amor. “Con un poco de análisis podrías entender ciertas cosas”, me respondió. Y así llegamos aquí. Ahora los invito a seguir mi escritura, sobre la vida, la que enloquece, la que nos ata a este planeta, la que nos va matando de a poco y la que respiramos en esta Puebla de mil aromas, colores y sabores.
The Girl on the Couch | 1930 | Pang Xunqin