Carta al amor de mi vida
Eran días de lluvia. El nuestro no fue amor a primera vista. Íbamos en la misma prepa pero nunca coincidimos ahí. Nos veíamos casi todas las noches en el camión de vuelta a casa. Me quitabas la dona del cabello y hablabas sin parar. Yo nunca había visto un hombre con unas pestañas tan largas.
Fue un año después, cuando fuimos a la misma universidad, que hicimos que nuestros caminos cruzaran. Inventábamos pretextos. Yo en realidad no tenía nada que ir a hacer a CU. Pero ahí iba. Hasta esa tarde gris en que me preguntaste si quería ser tu novia. No. Respondí ese día.
Y fuimos felices. Muy felices. Aprendimos de anatomía. Subimos. Bajamos. Viajamos. Reímos. Escribimos decenas de cartas. Te tomé cientos de fotos. Bailamos horas. Intenté aprender Tennis. Cantabas al pie de mi ventana. Y cada 18 había regalos. Cada mes vivimos una experiencia nueva. Hasta que crecimos. Hasta que un día dejé de soñar.
Estos días de lluvia me recuerdan las tardes que caminábamos y te enseñé que no pasaba nada si en lugar de correr a resguardarte, seguías caminando y disfrutabas de empaparte. Nunca he vuelto a ver un hombre con unas pestañas tan largas.
Lo nuestro no fue amor a primera vista, nosotros fuimos el primer gran amor uno del otro. Ese que no consigues olvidar jamás, no importa el tiempo que eso dure. No hablamos nunca de un amor eterno. Si acaso hicimos un pacto con la historia.
¿Por qué lo llamas el amor de tu vida?, me preguntaron apenas. Porque todos tuvimos una historia rosa. Un cuento feliz. Un amor bonito. Ese que crees que nunca acabará. Que serán felices por siempre. Que fruto del amor tendrán hijos. Ese cliché barato que está en cada canción, en las películas y las pláticas ordinarias. Ese del que sólo te enamoras. Porque amar, amar es otra cosa.
Dancer - Joan Miró