El destino no está en las estrellas
¿Quién no quiere saber el futuro? O para no ir tan lejos, cuántos no pagamos por ver las cartas que estamos jugando en el presente. Hubo un tiempo en el que creí ciegamente que había un destino para cada cual. En eso también me estafó la vida. La primera vez que, desesperada, acudí a que me leyeran mi suerte, corrí con la tarotista más cercana a mi entonces centro de trabajo. Hoy me entero que Claudia Contreras falleció, así que en su honor hablaremos de esto que nos lleva a creer en las brujas y esas cosas que van más allá de lo evidente.
Vamos a que nos lean las cartas, el café, las runas, los chacras, consultamos el horóscopo, a los ángeles, rogamos a Dios y todas sus vírgenes y santos, o ya aunque sea volteamos a ver a la Luna y las estrellas, queriendo creer que tienen la respuesta a todo aquello que nos quita el sueño. Y a veces, coincide que los astros y el universo confabulan para decirnos eso que queríamos escuchar para calmar la inquietud. Que no es lo mismo que saciar nuestra sed.
Elegimos siempre buscar las respuestas afuera porque es más cómodo. Porque quién quiere hacerse responsable de su vida, de sus acciones, de sus aciertos y desatinos, de su “destino”. Nadie dijo yo nunca. Entonces huimos de nosotros mismos. Actuando así, como lo que Jean Paul Sartré llama mala fe, es decir, evitamos asumir la libertad, la angustia y el desamparo que conlleva nuestra existencia.
Si nos ponemos un poco serios, dejamos las ciencias ocultas y nos adentramos en las ciencias sociales. Incluso, los más, acuden al psicólogo para que les diga qué hacer con el hijo problema, cómo salvar su matrimonio, cómo hacerle para ya no sufrir por el novio que los deja en visto, para que los cure de todo aquello que frustra e inflama el colón. La mayoría movidos por la idea barata de que existe una fórmula mágica para vivir feliz y dichoso. Con esta suprema expectativa, muchos abandonan los consultorios porque la terapia “no les está funcionando”, porque llevan semanas o meses y los otros nomás no cambian.
Yo, como muchos, era de las que esperaba que el destino me alcanzara, siempre pensando en que se traduciría en una sorpresa envuelta en regalo. Un día recostada en el diván alcancé a preguntarme cómo había llegado hasta aquí. Y entonces la respuesta vino desde el interior. Esa es la magia que el Psicoanálisis tiene para quienes se atreven a abrir la puerta y consultar el oráculo más siniestro: nuestra propia mente.
Aunque Carl Jung terminó exiliado del paraíso Freudiano, hay una frase suya muy cierta que puede darnos luz para cruzar la frontera y lograr ver más allá de lo evidente, pues apunta a que el destino está más cerca de lo que pensamos e incluso es resultado de nosotros y de todos los otros que pagaron nuestro pasaje, directo y sin escalas, a este planeta. Aquí va: “Hasta que lo inconsciente no se haga consciente, el subconsciente seguirá dirigiendo tu vida, y tú lo llamarás destino”.
Vincent van Gogh - Starry Night Over the Rhone (1888)