MARIO RIESTRA-EDUARDO RIVERA: EL DESAFÍO
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Arturo Luna Silva
Más ocupado en lanzarse burda y sospechosamente a la yugular del presidente municipal de Puebla, José Chedraui Budib, evitando -en todo momento y bajo cualquier circunstancia- molestar o incomodar al gobernador Alejandro Armenta Mier, el dirigente estatal del PAN, Mario Riestra Piña, empieza a dar muestras de debilidad frente al único grupo que es su contrapeso al interior del partido: el que controla Eduardo Rivera Pérez.
Esta semana, de hecho, recibió un gancho al hígado que, bien leído, representa un abierto desafío a su menguada autoridad como “jefe” del panismo en el estado.
La diputada federal Liliana Ortiz, esposa de Eduardo Rivera, presumió en sus redes sociales una reunión con los diputados locales Celia Bonaga, Marcos Castro y Luana Amador, así como con los regidores del Cabildo de Puebla Guadalupe Arrubarrena y Carlos Montiel, todos alfiles del ex alcalde y ex candidato a la gubernatura.
A la citada reunión, evidentemente, no fue convocado el “líder” de Acción Nacional, un Mario Riestra confundido, debilitado y más extraviado en sus sistemáticos ataques a José Chedraui, quien lo derrotó en las urnas en las elecciones de 2024, que en meter orden en el dividido partido blanquiazul, mismo que alguna vez fue de oposición.
En los hechos, Eduardo Rivera y ese, su grupo separatista de El Yunque, buscan instalar su propio sistema PAN, mantenerse como un grupo de poder alterno, restar autoridad a Mario Riestra y seguir su propia ruta política y legislativa, sin el yugo o la sombra de su dirigencia estatal.
Se trata de la última vencida que quiere jugar el defenestrado ex edil capitalino, ignorado en la repartición de secretarías de importancia en el CEN del PAN y muy disminuido políticamente desde que, debido a su soberbia y cerrazón, perdió las elecciones para la gubernatura y no logró conservar el control del partido en el estado.
El mensaje de fondo, todo un desafío, es claro: “Estos son mis diputados y mis diputadas, estos son mis regidores y mis regidoras, y me obedecen a mí, sólo a mí”.
Y más: “¿Quieres operar algo en el Congreso del estado o en el Cabildo de Puebla? Entonces debes arreglarte conmigo”.
Y aún peor: “Tus acuerdos con el gobernador no son mis acuerdos; yo tengo mis propios acuerdos; para empujar los tuyos, me necesitas, no tienes diputados ni regidores”.
Es evidente que por su pasividad, a Riestra Piña le están brincando las trancas: ni siquiera se ha atrevido a designar a un nuevo coordinador o coordinadora del grupo parlamentario del PAN en el Congreso del estado, en sustitución de Marcos Castro, un pésima señal para quienes esperaban otro tipo de liderazgo al frente del partido.
En dicho grupo parlamentario Mario Riestra no tiene más que a su hermana, la diputada Susana Riestra, como su aliada, pero hacerla coordinadora sería una muestra más de nepotismo; el resto de diputados sigue órdenes de Eduardo Rivera y Rafael Micalco juega su propio juego.
La reunión encabezada por Liliana Ortiz con los pupilos y las pupilas –todos plurinominales– de Rivera abre un nuevo capítulo de división al interior del panismo poblano, más enfocado en dirimir sus agudas y tragicómicas pugnas internas que en reconstruirse y fortalecerse de cara a las próximas citas electorales.
¿Cómo va a resolver Mario Riestra el obvio reto lanzado por su rival político?
Es un misterio.