LAS HERENCIAS DE EL YUNQUE A MARIO RIESTRA
Arturo Luna Silva
El Yunque estrangula financiera y políticamente el inicio del periodo de Mario Riestra Piña como dirigente estatal del PAN.
Si algo le gusta a El Yunque es dejar bombas de tiempo y en el Comité Directivo Estatal del Acción Nacional no fue la excepción.
Lo que parecía una simple transición política, se ha convertido en una auténtica pesadilla financiera que amenaza con ahorcar los primeros meses de Mario Riestra al frente del partido en Puebla.
Primero, está el tema de las observaciones de la instancia de fiscalización.
Aunque se afirme lo contrario, ni una sola fue resuelta de fondo, lo que equivale a un cargamento de multas incuantificables.
¿Los responsables?
Los empleados de Eduardo Rivera Pérez.
Es decir, Augusta Valentina Díaz de Rivera Hernández y Marcos Castro Martínez, quienes, entre el desorden administrativo, su apacible indiferencia y su pleito personal interminable, dejaron una factura que no tardará en golpear las arcas panistas.
No es exagerado hablar de que Mario Riestra ha heredado un “hoyo financiero”, otro más cortesía del grupo riverista.
Segundo, las prerrogativas que los comités municipales debieron recibir en noviembre y diciembre simplemente no llegaron o no llegaron completas.
Los dirigentes locales, frustrados y molestos, ven cómo se les ignoró olímpicamente mientras el dinero desaparecía en una danza de prioridades bastante cuestionable.
Tercero, y quizás lo más preocupante, es la situación laboral que quedó como regalo envenenado para Riestra Piña.
Todo el personal vinculado a El Yunque, que operaba en el Comité Directivo Estatal, no presentó su renuncia.
Les ordenaron no presentarla y ellos y ellas, obedientes, acataron la instrucción cargada de odio y rencor por la derrota.
Esto significa que Riestra se enfrentará a dos opciones igualmente incómodas: liquidar de inmediato a este personal –una carga financiera exorbitante– o esperar a que demanden laboralmente y hacer los pagos en el mediano plazo.
Ambas opciones son desgastantes y, sin duda, representan una piedra en el zapato para un comité que inicia su periodo bajo una presión económica brutal.
Así, Mario Riestra hereda tres cargas demoledoras: multas incuantificables que ahorcarán su presupuesto, comités municipales resentidos por la falta de recursos, y una deuda laboral que amenaza con convertirse en un torbellino legal y económico.
Todo eso mientras Riestra debe encontrar la forma de cambiar -política, social y mediáticamente- la patética dinámica de un partido que desde hace muchos, muchos años dejó de ser oposición y que únicamente se convirtió en inagotable fuente de poder y riqueza para un solo grupo: el de Eduardo Rivera y bufones que lo acompañan.
El Yunque, fiel a su estilo, no solo dejó una marca ideológica en el partido, sino también una honda cicatriz financiera que Mario Riestra deberá sortear si pretende mantener a flote su incipiente gestión.
Porque, aunque los principios del PAN hablen de bien común y transparencia, hoy parece que la casa azul está más cerca de una demolición controlada que de una reconstrucción ordenada.
Así de grave. Así de difícil.
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Por cierto: ¿qué fue de Eduardo Rivera?
Sigue ciego, sordo y mudo desde el 15 de diciembre, cuando perdió el partido -en todos los sentidos- y por goleada.
Ni siquiera se le ha visto por Torre Inxignia, donde puso uno de sus tantos negocios en esa, su nueva faceta de empresario.
Aunque esa es otra historia.