¿HAY SUCESIÓN ADELANTADA?
Arturo Luna Silva
Solo un desquiciado, o un enfermo, o un imbécil, puede creer que hay ya sucesión adelantada a menos de un mes de iniciado el gobierno de Alejandro Armenta Mier.
Si bien se sabe que por lo general, y por naturaleza, el gobernante empieza a pensar en su sucesión -consciente o inconscientemente- desde el primer día en que asume el poder, el estilo personal y el perfil y el contexto de Armenta indican que este no es el caso.
No, por ahora.
Por más que pululen los “queda bien”, que buscan ganar favores u obtener beneficios a cambio de elogios subidos de tono, ningún favor le hacen al objeto, o a los objetos, de sus interesados halagos.
“No me ayudes compadre”, podría ser, de hecho, la frase de cajón de dichos adulados, pues en lugar de causarles un bien, les provocan un mal, de múltiples y hasta desconocidas ramificaciones.
Fue antes, mucho antes de arrancar su sexenio, que en una reunión de trabajo con sus más cercanos colaboradores, el hoy mandatario dejó bastante claro que con él, el que se mueve sin su permiso, sin su aval, sin su autorización, no saldrá en la foto.
Ni ahora ni después.
En el entorno de Alejandro Armenta se ha tomado como una verdadera falta de respeto y un grave error de principiantes, las recientes expresiones de quienes ya perfilan a un potencial “candidato”.
Ciertamente hay quienes subidos -y subidas- en un ladrillo, con más ínfulas que inteligencia, han empezado a futurear y a imaginarse como el sucesor o la sucesora.
Pero ya están detectados y detectadas, y no tardan en leerles la cartilla, por si no acaban de entender las señales.
Si el propio Armenta se ha descartado para la Presidencia de México, señalando más de una vez que su único interés al final de su gobierno será irse con su familia a su rancho -que rebautizará como “La Chingadita”-, por qué habría de permitir que alguno de sus subordinados -por más cercano que sea- se mueva en sus narices, a la luz del día, sin su visto bueno.
Hoy, no hay “delfines” -ni “ballenas”– ni herederos por anticipado -ni “príncipes” ni “princesas”-.
Y pobre de aquel o aquella que no lo asimile.
Por extraño que parezca, hay más efervescencia y nerviosismo afuera que adentro.
El tema, de hecho, está en columnas políticas, en cafés, en reuniones de “grilla” y hasta en redes sociales.
Pero no en el epicentro del gobierno del estado, donde las ocupaciones y las preocupaciones hoy son de otra índole.
Nadie está pensando en el 2030.
Hay tanto que hacer en el 2025, sobre todo en materia de seguridad pública, que hasta podría considerarse un crimen, que alguien esté buscando hacer acopio o sacar provecho de un capital político que solo pertenece a uno: Alejandro Armenta.
Por eso, que nadie se emocione, y que nadie se confunda.
El ritmo y los modos pero sobre todo los tiempos de una sucesión que queda lejos, solo los impondrá quien debe imponerlos.
No está mal que tengan sueños -aunque sean guajiros- y aspiraciones -aunque sean esquizofrénicas-, pero definitivamente este no es el momento.
De verdad se necesita ser muy tonto o muy tonta para empezar a pensar en la sucesión.
Como dice aquel tango de Gardel:
En Puebla, en el armentismo, por el momento, “el músculo duerme, la ambición descansa”.