Contra todo pronóstico, la relación entre el gobernador Alejandro Armenta Mier y el alcalde de Puebla, José Chedraui Budib, goza hasta hoy de cabal salud.
Si bien hubo algunos malos entendidos al arranque de la administración municipal, sobre todo cuando el edil anunció a los integrantes de su gabinete -donde pagó facturas y coló a varios perfiles totalmente ajenos a Morena-, las dudas se disiparon por completo y, al menos hasta la fecha, las cosas entre ambos marchan correctamente.
Los agoreros del desastre esperaban un escenario de rispidez, golpes bajos, peleas abiertas o encubiertas; es decir, una guerra de baja o alta intensidad, similar o peor a la que ha marcado la convivencia, en otras épocas, entre el gobernador y el presidente municipal poblanos en funciones.
Inevitables cohabitaciones en las que los egos, los rencores, las envidias, las intrigas; en esencia, la lucha por el poder ha marcado la pauta.
Sólo recuérdese -por citar los casos más recientes- lo sucedido entre Manuel Bartlett Díaz y Rafael Cañedo Benítez, Mario Marín Torres y Enrique Doger Guerrero, Rafael Moreno Valle Rosas y Eduardo Rivera Pérez, y Luis Miguel Barbosa Huerta y Claudia Rivera Vivanco.
Sin embargo, en el caso de Armenta Mier y Chedraui Budib, sorprendentemente, ha habido un trato terso y generoso del primero hacia el segundo, y de aprecio y reconocimiento del segundo hacia el primero, y ello se ha reflejado en dos temas puntuales.
El primero: durante la crisis de fin y principio de año por la invasión -tolerada al 100% y fuera de control- de vendedores ambulantes en las calles del Centro Histórico, el gobernador escuchó el llamado de apoyo del alcalde, reaccionó positivamente y ello permitió el operativo que, a la postre, derivó en la recuperación de la vía pública, con la participación de la Policía Estatal, la Guardia Nacional y la Policía Municipal.
Ahí la mano de Alejandro Armenta se notó, y quedó -sobre todo- como registro de buena voluntad y colaboración.
El segundo tema -e indudablemente el más importante-: en el equipo del gobernador ha habido sin duda enorme preocupación y permanente monitoreo a la situación de inseguridad que, expresada en una aparentemente interminable ola de atracos y asaltos, sufre la ciudad de Puebla desde el inicio de la administración municipal. No obstante, pese a ello, no sólo se mantiene la confianza en que más temprano que tarde la estrategia planteada por el ayuntamiento acabará dando resultados, sino que en ningún momento se ha regateado desde el estado todo el apoyo.
Reflejo de ello es que este lunes se espera la asistencia del titular del Ejecutivo al zócalo de la ciudad, donde encabezará -y acompañará al alcalde- en un pase de lista a las fuerzas de seguridad del municipio y en los honores a la bandera, en un obvio espaldarazo a José Chedraui y especialmente a su cuestionado secretario de Seguridad Ciudadana, Fernando Rosales Solís.
Y no sólo eso: posteriormente se celebrará en el ayuntamiento capitalino la Mesa de Trabajo de la Coordinación Estatal para la Construcción de la Paz y Seguridad, con la asistencia de los representantes o titulares de la Secretaría de Seguridad Pública, la Guardia Nacional, la Marina, el Ejército mexicano y la Fiscalía General del Estado; posteriormente, se llevará a cabo una conferencia de prensa.
El mensaje es claro: gobierno del estado y gobierno municipal van de la mano en el tema prioritario de los poblanos.
A nadie escapa que Armenta y Chedraui son indudablemente de grupos políticos diferentes con origen distinto y que, por coyuntura, conviven hoy dentro de la denominada 4T.
La suya, no es de ninguna forma una relación perfecta, ni una relación idílica -esa no existen ni en las películas de Disney-, ni nadie en su sano juicio espera que lo sea; en el camino habrá, por supuesto, diferencias y problemas, sobre todo cuando se vayan acercando los nuevos tiempos electorales.
Pero, al menos hasta este momento, las cosas caminan correctamente entre ambos niveles de gobierno, para sorpresa de propios y extraños.
Y es que la premisa ha sido una y ha sido básica: cooperación, esa prima hermana de otra pieza clave: respeto.