ALEJANDRO ARMENTA Y EL FIN DE LA CRISPACIÓN
Arturo Luna Silva
Este martes 14 de enero se cumplióun mes del gobierno de Alejandro Armenta Mier.
Apenas un mes.
Un periodo corto y totalmente insuficiente para hacer una evaluación -en lo posible, objetiva- sobre el desempeño de la nueva administración, sobre todo en el tema de la seguridad.
El gobierno apenas ha arrancado y todo análisis sobre el mismo, hoy, va a quedarse cojo.
Hay, sin embargo, en estas primeras semanas, un rasgo del armentismo que sí es digno de resaltar, como parte de un estilo personal -y una postura política- del mandatario.
Una característica que habla de congruencia entre lo que se ha dicho y se ha hecho, y que refleja que, efectivamente, Alejandro Armenta llegó al poder sin odios ni rencores, tampoco con sed de venganza, o fobias propias o ajenas.
Al menos hasta ahora, nadie en Puebla puede decirse -o sentirse- perseguido, amenazado, excluido o mancillado por razones políticas o de otra clase.
De la oficina del gobernador no ha salido ni una sola instrucción en ese sentido.
A diferencia, por ejemplo, de Rafael Moreno Valle Rosas o Luis Miguel Barbosa Huerta, sus antípodas, Alejandro Armenta no ha tensado de ninguna forma a la sociedad -tampoco a la sociedad política- y no se ha mostrado “borracho de poder”.
Es decir, no ha usado el poder -el inmenso poder- que tiene para cobrar facturas, elaborar complots o lanzar la “caballería” contra enemigos reales o imaginarios, lo que en los tiempos que corren es bastante notable.
Quién sabe después, con el paso de los meses -y la llegada de las tensiones, crisis y complejidades propias del ejercicio del poder-, pero hasta hoy, el sello más distintivo del nuevo gobierno es ese, precisamente: el fin de la crispación en el estado.
Alejandro Armenta ha sido, sí, firme en sus posicionamientos y definiciones frente a grupos de presión que no han entendido o no quieren entender el cambio de régimen ni el estilo del nuevo gobernador, como los transportistas -que ya chantajeaban con sus conocidos modos con tal de lograr un aumento a la tarifa del pasaje-, pero nadie puede decirse víctima de hostigamiento o que sus libertades han sido acotadas.
Al contrario, incluso se ha respetado a la oposición -la caricatura de oposición que hay en el estado- y hasta se ha sumado al gobierno a personajes extraídos de ella, como el inútil de Carlos Martínez Amador, dirigente del extinto PRD, pero sobre todo chambista y estorbo profesional.
A estas alturas, Moreno Valle ya había iniciado la persecución -justa o injusta- contra el empresario Ricardo Henaine y Barbosa Huerta ya había convertido sus conferencias de prensa mañaneras en el instrumento para hacer sentir su poder, sembrar terror en propios y extraños, y pelearse con medio Puebla.
Si bien Sergio Salomón Céspedes Peregrina sentó las bases de la reconciliación y ese fue de hecho el mejor puente que construyó -como lo dijo en su último informe de gobierno- durante sus dos años de gestión, Alejandro Armenta ha mostrado interés en consolidarla.
Con Céspedes Peregrina salió de la cárcel la mayoría de los presos políticos del barbosismo; con Armenta Mier ya recobraron su libertad Arturo Rueda, el socio del senador Ignacio Mier Velazco en el Diario Cambio, y hasta el primero de los presos políticos de aquel régimen, el ex alcalde de Tehuacán, Felipe Patjane, el que estuvo tras las rejas por más tiempo: 5 años.
El pasado lunes, por si fuera poco, rehabilitó públicamente a su amigo Israel Pacheco, preso político del morenovallismo, y hasta anunció su incorporación al gobierno del estado, donde ya una de sus hijas despacha, oficialmente, como secretaria de Cultura.
Fue ese mismo lunes, en rueda de prensa, que el gobernador reiteró lo que ya había venido diciendo en diversas entrevistas con medios de comunicación: “Yo estoy en contra de que el poder se utilice para perseguir a las personas“.
Y todo parece indicar que lo dice en serio. Al menos hasta hoy. Al menos en lo que va de su gobierno: un mes apenas.
No podría ser diferente: él mismo ha sufrido en carne propia la persecución y el uso -o abuso- del poder para cumplir venganzas políticas, y sabe con precisión todo el daño que ello puede llegar a causar, sobre todo en lo personal y lo familiar.
Tal es, me parece, el rasgo más relevante de este arranque del gobierno del estado.
Hay por supuesto otras incógnitas, como por ejemplo si el gabinete que se ha nombrado estará realmente a la altura del reto de gobernar el estado o si la estrategia de seguridad efectivamente va a dar resultados.
Pero eso solo se podrá saber -y responder- con el tiempo, ese activo poderoso y valioso recurso natural no renovable.