Más allá del debate polarizado sobre las cifras de asistencia, la marcha ciudadana del domingo pasado merece atención especial por dos razones. Porque muestra la complejidad social del país y porque es un llamado de atención para Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez, a ser considerado en sus planes de gobierno y sus estrategias electorales.
El discurso de Lorenzo Córdova no pudo ser más claro: sin insultos ni descalificaciones, el exconsejero presidente del INE enfatizó la diversidad social del México contemporáneo, a la vez que destacó y defendió las luchas ciudadanas que hicieron posible la existencia de las instituciones hoy bajo asedio. Trabajos de organizaciones ciudadanas de orientaciones ideológicas diversas, desarrollados a lo largo de cuatro décadas, constituyen los cimientos del INE y otros órganos autónomos.
Gracias a estos esfuerzos, el régimen autoritario instaurado por el PRI y sus ancestros hubo de ceder a la democracia electoral. El ataque diario al que están sujetos todas estas instituciones desde el poder persigue dos objetivos: el primero, más evidente, es el de frenar el creciente poder ciudadano frente al poder político; el segundo, borrar del imaginario colectivo el reconocimiento de la complejidad y pluralidad social y proporcionarle mayor fuerza a la narrativa según la cual la historia es una, tiene raíces en una esencia nacional y sólo personajes iluminados y bienintencionados son capaces de garantizar su cauce correcto.
La crítica vertida sobre los planteamientos de Córdova, según la cual la defensa de las instituciones se corresponde con esfuerzos por recuperar privilegios perdidos, carece de validez. Los millares de ciudadanos reunidos en diferentes plazas del país no clamaban otra cosa que respeto a las instituciones que no sólo dan certeza a los resultados electorales, sino que también son las bases de los acuerdos institucionales que hacen posible la cohesión social.
La multiplicidad de grupos manifestantes era expresión clara de la complejidad de una sociedad que cada vez lo es más y que difícilmente podrá vivir en paz bajo un esquema de gobierno que no reconozca la diversidad, que no continúe construyendo las instituciones que permitan la convivencia plural y que se niegue a reconocer que la heterogeneidad de voces y sentires es causa y efecto de ese desarrollo social complejo.
La manifestación debe ser entendida, por quienes aspiran a la presidencia, como un mensaje. El México actual requiere desarrollo y atender múltiples y diversas necesidades. Sostener un proyecto centralizado en una idea y en una persona choca con la extrema complejidad social actual.
A Claudia le debe quedar claro que un amplio sector de la población desaprueba el modelo económico y político que ella se ha comprometido a reproducir, sin cambiarle un ápice. ¿Qué hacer? ¿Ignorar a ese sector plural? ¿Repensar su proyecto? El cierre del sexenio no ha resultado lo terso que López Obrador había calculado y esperaba. La falta de claridad, la carencia de planificación, la inexperiencia de sus funcionarios y los abusos de poder le impedirán al presidente retirarse en medio de la apoteosis. Reproducir el esquema, obedecer los lineamientos que desde el rancho chiapaneco reciba lo único que podrán garantizarle a la candidata oficial es el hundimiento en el caos. ¿Cómo recomponer las relaciones con el sector empresarial? ¿Qué hacer para frenar, primero, y someter, después, al crimen organizado?
Preocupa que Claudia hiciera eco, una vez más, a las descalificaciones de López Obrador. Debería, al menos, haber permanecido callada. En la protesta había gente de todos los sectores, no sólo clases medias y medias altas. Claudia deberá repensar tanto su estrategia electoral como su plan de gobierno.
Xóchitl, por su parte, no debe echar campanas al vuelo. La alta participación no debe hacerla caer en engaños. Las preferencias por Claudia son aún altas. Así, deberá pensar un proyecto que incluya seriamente a los sectores que López Obrador dice defender, pero que ha descobijado, y a los que PRI y PAN atendieron con fines más electorales que sociales. Xóchitl y su equipo deben tener presente que, a pesar de todo, López Obrador preserva aún el control de la retórica. Ha definido tan bien el “pasado” con connotaciones negativas, que difícilmente podrá ser resignificado. Deberá ocuparse la candidata del Frente de delinear un nuevo futuro en el que los hoy seguidores de Morena queden debidamente incorporados de manera seria y no sólo mediante una retórica paternalista. Xóchitl tiene mucho trabajo por delante.
Álvarez Máynez deberá abrir los ojos. La realidad social de México no empieza ni se agota en las redes sociales.