Inmejorable, excepcional, con toda legitimidad, y un bono democrático prácticamente inédito en la historia contemporánea de Puebla.
Tal es el escenario de Alejandro Armenta de cara al inicio de su gobierno en diciembre próximo.
Mejor de lo que él y muchos imaginaron -o calcularon- antes del pasado 2 de junio.
Un triunfo aplastante en las urnas y como consecuencia, un poder enorme, gigante, tan grande que todavía nadie es capaz de saber con exactitud sus alcances y su magnitud en el terreno de los hechos.
Sí, un escenario extraordinario, y privilegiado, pero que, por eso mismo, implica diversos peligros.
Peligros relacionados, todos, con la naturaleza y el origen del poder, de su poder.
Alejandro Armenta va a gobernar prácticamente sin oposición al frente.
El PAN está en shock, ni siquiera sabe por qué se llevó la quizá peor derrota de su historia, y tardará mucho en recuperarse, si es que algún día lo logra en medio de la pelea tribal que se avecina por el control de la franquicia.
Del PRI y PRD, con sus inútiles y corruptos dirigentes (Néstor Camarillo y Carlos Martínez Barragán), nada se puede esperar. Además de anodinos e impresentables, sólo causan risa.
Alejandro Armenta tendrá un Congreso del estado a modo.
Ni siquiera va a necesitar de los votos de la “oposición” para sacar adelante sus iniciativas.
Con los sufragios de los diputados de Morena y de sus partidos aliados, bastará y sobrará.
El Ejecutivo se confirmará como “El Gran Legislador” de Puebla, y ahora sin despeinarse.
Por si fuera poco, su partido ganó la mayoría de las diputaciones federales y los más importantes municipios del estado.
Legisladores y alcaldes no tendrán -por necesidad o por convencimiento- otro jefe político que el primer morenista de Puebla, y bailarán al sol que él les toque.
Sobre todo el futuro edil capitalino, el empresario Pepe Chedraui, integrante de un grupo político distinto, pero consciente, por eso mismo, de la realidad política que enfrentará.
No veo a nadie llevando las contras o rebelándose ante Armenta.
Tampoco a nadie conspirando o intrigando entre las sombras -salvo Ignacio Mier Velazco, un mal chiste al interior de Morena que, no obstante, tendrá trato y marcaje personal-.
Tras asumir el poder, el hoy gobernador electo moverá sus fichas -sus propias fichas- y pronto, muy pronto en el naciente gobierno, habrá un nuevo fiscal General del Estado y un nuevo auditor Superior del Estado.
El proceso de sustitución no sólo es normal: es parte de sus facultades metaconstitucionales.
Su poder.
Su derecho.
Regla no escrita.
Ambos, el nuevo fiscal y el nuevo auditor, serán -quién lo duda- perfiles muy cercanos a él.
Afines a él.
Leales a él.
Porque ¿quién diablos gobierna con sus enemigos?, y más en posiciones tan sensibles, tan importantes para la gobernabilidad y el control político y social del estado.
En el otro poder, el poder Judicial del estado, es probable que también haya cambios, impulsados desde el corazón del nuevo régimen y en el marco de la muy polémica -pero inminente- Reforma Judicial que empuja la 4T.
No será la primera ni la última vez que ocurran sismos, acomodos y reacomodos en el Tribunal Superior de Justicia; son códigos del poder y nadie debe espantarse, mucho menos a nombre de la sociedad.
Sindicatos, empresarios, industriales, iglesias, artistas, deportistas, políticos y -claro- medios de comunicación, además de un largo y nutrido etcétera, deberán leer correctamente el nuevo escenario y tendrán que entrar a un forzoso proceso de adaptación -o readaptación- ante un panorama prácticamente inédito: un gobernador poderoso como pocos en la historia de Puebla.
Un gobernador sin contrapesos ni oposición.
Un gobernador con todos, absolutamente todos los hilos del poder en sus manos.
Un gobernador cuyo estilo personal de gobernar aún se desconoce en realidad, por más que haya algunas señales gracias a su paso por el Senado y su desempeño como candidato a la gubernatura.
Un gobernador que tendrá que encontrar sus propios contrapesos, tanto por la salud de su administración como de su propia figura como hombre de poder.
Equilibrios, autocontroles, que garanticen una buena toma de decisiones y eviten abusos de poder que, en el caso de anteriores gobernadores, han sido muy costosos para el estado de Puebla.
Y la historia -esa gran maestra- es pródiga en ejemplos.
Lamentablemente.
Sí, como dijo Franklin D. Roosevelt -y luego, por supuesto, Spider Man-:
“Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”.
Y no es broma.