Porque lleva más de 30 años caminando el estado de Puebla.
Porque no se le ocurrió ayer ser gobernador.
Porque desde que estaba en el PRI soñó, planeó y edificó su proyecto; armó estructuras, fue sumando simpatizantes, hizo alianzas locales y regionales, y se puso a trabajar.
Porque dio el salto del PRI a Morena en el momento histórico justo: no antes, no después.
Porque no es lo mismo recorrer Puebla desde hace décadas y ensuciarse los zapatos y sudar la camisa, que empezar a hacerlo apenas hace tres meses.
Porque fue disciplinado, asertivo, propositivo y se dejó ayudar.
Porque generó expectativas, ofreció esperanzas y acordó con los factores -formales e informales- de poder, a diferencia de su rival, que los menospreció y hasta los ignoró.
Porque entendió que la verdadera fuerza electoral no estaba en los candidatos ni en las individualidades, por más populares que fueran o parecieran, sino en la marca (Morena) y en el indiscutido liderazgo de su creador, el presidente Andrés Manuel López Obrador, el gran ganador de la contienda, el vencedor del referéndum.
Porque se rodeó de gente capaz y eficaz, no de acomplejados, limitados y rencorosos -enanos mentales- como su principal contrincante: una horda de inútiles que no entendieron que más ayuda el que no estorba.
Porque, de principio a fin, fue el más competitivo.
Porque nunca dejó de encabezar todas las encuestas.
Porque tras el ríspido proceso interno en Morena, a pesar de todo -y de todos-, impulsó no una cacería de brujas ni una noche de cuchillos largos, sino una operación cicatriz.
Porque aprendió primero que nadie que el arte de la política es tragar sapos sin hacer gestos.
Porque supo muy pronto que las redes sociales no son la realidad, mucho menos la verdad verdadera, y que sólo distorsionan, simplifican, amplifican, mitifican o sobredimensionan la realidad, la terca realidad.
Porque tuvo aliados magníficos: tanto en lo público como en lo privado; tanto en lo político como en lo económico; tanto en lo bueno como en lo malo, tanto en verano como en invierno.
Porque su oposición se equivocó al pretender ligarlo, por enésima vez, con el marinismo: tema tan trillado como quemado; el más manoseado, literalmente, y por tanto el menos eficaz en recaudación de votos.
Porque fue un muy buen candidato -lo que se dice fácil y rápido, pero es sumamente complejo-.
Porque tuvo en el presidente López Obrador y en el gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina a dos grandes fortalezas.
Porque hizo muy buena mancuerna con el candidato a la alcaldía capitalina, Pepe Chedraui, otro exitoso caso de estudio.
Porque, contra todo pronóstico, no hubo -o no hubo el suficiente- voto de castigo al partido en el poder.
Porque operación electoral mata participación ciudadana: es de primaria.
Porque sí tenía –tiene, seguirá teniendo- estructura propia.
Porque su contrincante fue incapaz, de principio a fin, de sembrar entre el electorado la idea -es decir, la necesidad- de un cambio.
Porque la continuidad fue el epicentro de la decisión masiva en las urnas.
Porque el PAN decidió aliarse con el partido más odiado y desprestigiado del país, el PRI.
Porque el PRI le abrió la puerta a la delincuencia organizada -y también a la desorganizada-, y en el pecado llevó la penitencia.
Porque Morena sí sacó a votar a su voto duro.
Porque el candidato de la oposición, en lugar de sumarlos y seducirlos y convencerlos, llamó Morenacos a los militantes y simpatizantes de Morena.
Porque el PAN perdió desde hace rato al voto switcher y, en un exceso de confianza –o de desprecio-, no le importó reconquistarlo.
Porque en el PAN -sus pésimos dirigentes, sus supuestos operadores, sus dizque estrategas- pecaron de soberbia, prima hermana de la ceguera.
Porque sus enemigos no lograron capitalizar realmente la profunda división en Morena Puebla.
Porque el PRIAN tuvo voz-ceros en lugar de voceros.
Porque cometió menos errores -y los que cometió se notaron poco-.
Porque fue pragmático y ambicioso.
Porque desde el inicio entendió que la venganza es un platillo que se come frío.
Porque la guerra sucia le hizo “lo que el viento a Juárez”.
Porque fue más y mejor organizado.
Porque contó con las tres cosas que garantizan el poder: dinero, dinero y dinero.
Porque él sí ofreció razones de voto.
Porque nadie se tragó el cuento del “fraude” o de la “Elección de Estado”.
Porque -ojo- nunca soltó el control de su proceso ni de su campaña.
Porque lidió con éxito con la inocencia e ingenuidad de los panistas.
Porque una vez más comprobó que es cierto que lo que no mata, fortalece, y lo que viene, conviene.
Porque no se puso a simular ni a inventar “atentados”; no se tiró al piso, no se victimizó; no mintió, no hizo show.
Porque no se clavó la lana que le dieron quienes creyeron en su proyecto y abrieron la chequera.
Y porque tuvo huevos.