IGNACIO MIER Y LA POSTAL DE LA DESLEALTAD Y LA HAMACA
Arturo Luna Silva
Salvo un puñado de anuncios espectaculares, principalmente en Puebla capital, Ignacio Mier Velazco se ha ausentado de la campaña electoral del que tanto presumió es el movimiento que él “fundó”. Si no fuera porque está formalmente inscrito ante el INE como abanderado al Senado de la República, cualquiera pensaría que ha desertado de Morena o que anda de vacaciones en cualquier destino paradisiaco del Caribe, o en Mykonos o Ibiza, con un gin tonic en la mano derecha y tumbado en una hamaca.
Los días claves, sencillamente Mier no está.
La semana pasada, el candidato a la gubernatura, Alejandro Armenta, visitó su terruño, Tecamachalco, pero Nacho papá no apareció.
Muchos piensan que en realidad opera contra el Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
Que incluso está financiando a la oposición.
Que su berrinche irresuelto lo hace despotricar todavía contra el lopezobradorismo poblano.
Que no solamente es un fantasma en la campaña, sino un esquirol que serpentea contra sus compañeros.
Que sueña, anhela, fantasea con la derrota de Alejandro Armenta para, algún día, resucitar su alicaída carrera política.
Hay que recordar que el diputado federal se quejó amargamente de que no le dieron las candidaturas, que él prometió, a sus cercanos y a sus familiares.
Especialmente a su hija, Daniela.
Que llamó a la división.
Que acusó imposiciones.
Ahora, su notable ausencia física de la campaña, en la que de por sí no es garantía de suma de votos, deja certeza de que algo está pasando.
La deslealtad pareciera que, incluso, es algo que Ignacio Mier quiere que se sienta.
Que busca que su malestar y su berrinche sean abiertamente notorios.
El próximo 8 de mayo, Ignacio Mier deberá enfrentar el debate con los otros candidatos de primera fórmula al Senado.
¿Cómo se comportará?
¿Para qué equipo va a jugar?
Tendrá frente a sí a un viejo conocido, su casi paisano Néstor Camarillo.
De eso escribió el periodista Álvaro Ramírez en una de sus más recientes columnas.
“Si deja ir la posibilidad de hacer pomada, en el contraste de ideas, a su contrincante, que carece de las mínimas autoridades moral y política, se comprobará que hay un acuerdo soterrado, para perjudicar en varias regiones al lopezobradorismo, del que el mismo Mier Velazco ha despotricado, cuando sus allegados y familiares no alcanzaron candidaturas”.
Hasta ahí la cita.
Efectivamente, Ignacio Mier, quien se ausentó incluso este fin de semana de la visita de su amigo y casi hermano Mario Delgado, presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), a San Pedro Cholula y Santa Clara Ocoyucan, requiere demostrar lealtad.
Le urge borrarse la huella del traidor.
Pero tal no quiere hacerlo en realidad.
Para sus faltas y fallas,puede ofrecer cientos de pretextos.
Decir que está trabajando en San Lázaro en el tema del Sistema de Pensiones, que fue finalmente aprobado la tarde del lunes, en el pleno.
Sin embargo, y dicho sea de paso, pareciera que su aportación fueron los “errores humanos” que desataron el malestar y el retraso de la propuesta.
También hay que reconocer que muchos candidatos y candidatas a otras posiciones están agradecidos con la desaparición de Mier.
No hay que compartir templete con él.
Para nada hay que preocuparse de sus chistoretes de mal gusto.
De su mala imagen popular.
De su infinita soberbia, reflejo del pesado saco de complejos que carga sobre la espalda.
El próximo jueves estará Claudia Sheinbaum en Puebla.
La presidenciable irá por la tarde a Huauchinango y luego a Zacatlán.
En realidad hay muchos que están deseando que Ignacio Mier no se aparezca.
Que se quede en algún paraíso caribeño.
Con un gin tonic en una mano.
Y tumbado -como está- en una hamaca.