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IGNACIO MIER, EL “DEBATE” Y LA SOBERBIA

IGNACIO MIER, EL "DEBATE" Y LA SOBERBIA

IGNACIO MIER, EL "DEBATE" Y LA SOBERBIA

Si hubiera debatido solo, contra sí mismo, frente a un espejo, también pierde.

Que te gane un sujeto con el coeficiente intelectual, la personalidad y la mísera carrera política de Néstor Camarillo, es como para retirarte a tus habitaciones y nunca más volver a salir de ellas.

“El legislador más cercano a AMLO” demostró que es un improvisado, un tribuno limitado, un individuo con inteligencia emocional endeble, un pésimo actor.

Titubeante, con pésima dicción, terrible manejo escénico, pobre discurso, con su tonito de maestro de escuela rural, Ignacio Mier no pudo ganar el “debate” de la primera fórmula al Senado.

Era tan fácil destrozar, exhibir, hasta humillar al “indígena” y corrupto Néstor Camarillo, y no lo tocó ni con un pétalo de una rosa.

Ni siquiera le mencionó el audio de Paola Angón en el que ésta reprocha al del PRI que no le devolvió los 2.5 millones de pesos que le cobró por una candidatura fallida.

¡Inaudito!

Peor: no contestó (menos con contundencia) ninguno de los cuestionamientos o las críticas que Camarillo hizo sobre la 4T, prácticamente las dejó pasar todas, y evitó hasta donde pudo (lo hizo al final, una sola vez y con fórceps) mencionar a su candidato a la gubernatura, Alejandro Armenta.

¿O no es su candidato?

Evidentemente, Mier y Camarillo se pusieron de acuerdo para el amasiato; ambos, pase lo que pase el 2 de junio, ya son senadores.

Y poco les importa lo que suceda con sus coaliciones o partidos.

Y Mier confirmó, en los hechos, su pacto (ni tan) secreto con los candidatos del PAN-PRI-PRD-PSI, especialmente Eduardo Rivera, a quien viene financiando mediante interpósitas personas.

¿Cómo que le alegra que Néstor Camarillo quiera apoyar la educación?

Sólo faltó que se fundieran en un abrazo y entonaran juntos el “Himno a la Alegría”.

O, como alguien dijo, una de José-José.

De caricatura, como la botarga de Mier que anduvo por ahí haciendo un ridículo ídem.

Los pactos, los cochupos y los finos modales se impusieron entre dos típicos representantes de la vieja clase política poblana y Sofia Pezzat, con muchas más tablas y frescura gracias a su paso por los medios de comunicación, acabó por ganarles de calle este “debate” que, hay que decirlo, en YouTube alcanzó una ínfima audiencia de 115-120 views en su mejor momento.

La enfermedad más grave de Nacho Mier es la soberbia; es creerse superior a todos los poblanos, del gobernador para abajo; el pensar que Puebla no lo merece y minimizar y menospreciar a todos, excepto aquellos con quienes intercambia favores políticos y económicos.

¡Ay la soberbia!

A más poder, o ambición de poder, más soberbia.

La soberbia es el pecado capital en política.

La soberbia nos vuelve ciegos, sordos y… tercos.

La soberbia es como el enamoramiento: a muchos nos vuelve estúpidos.

Lentos, lerdos.

El soberbio está perdido y es difícil que encuentre la salida.

Pero el soberbio que se rodea de otros igual o más soberbios que él, está muerto.

La soberbia suele confundirse con la autoestima.

La soberbia nubla nuestro juicio.

La soberbia es corona sin cabeza.

La soberbia cultiva el desprecio por los otros.

Como decía el célebre independista José de San Martín:

“La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder”.

La soberbia te hace sentir superior a todo mundo.

La soberbia te hace creer que eres dueño de verdades absolutas.

La soberbia te hace pensar que tienes todas las respuestas para todas las preguntas.

Pero el soberbio desconoce que la soberbia es el vicio de los ignorantes.

El soberbio no camina, levita.

El soberbio cree que todos y todas le deben un favor -o varios-.

El soberbio siente que el mundo no lo merece.

El político soberbio carece de empatía y sabiduría, pero cree todo los contrario.

El político soberbio usualmente es corrupto, envidioso y rencoroso.

El político corrupto es un enfermo.

El político soberbio es prepotente, petulante e impertinente.

El político soberbio exige sumisión y servilismo.

El político soberbio se cree amado y admirado, pero es despreciado -aunque muchas veces en silencio-.

El soberbio siente que todo le queda pequeño y que nadie está a su altura.

El soberbio no acepta críticas.

El soberbio escucha consejos, pero no los sigue.

Soberbia y poder es una mezcla explosiva.

Poder y soberbia es una historia que rara vez termina bien.

El soberbio tiene todo, pero acaba solo.

La soberbia siempre termina pasando factura.

La soberbia es un devorador de hombres.

Un ogro que se atraganta de egos mal resueltos

Como decía San Agustín:

“La soberbia no es grandeza sino hinchazón y lo que está hinchado parece grande, pero no está sano”.

Pero Ignacio Mier no está preparado para esta conversación.

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