Un solo grupo se quedará en Puebla con la dirigencia del Partido Acción Nacional (PAN). Se trata de los mismos responsables de la catástrofe de 2024. El instituto político quedará, muy probablemente, reducido a cenizas en sus manos.
Este sábado, como estaba más que cantado, la Comisión Permanente del PAN decidió que será por votación en el Consejo Estatal como se elija al nuevo Comité Directivo Estatal (CEE) en Puebla.
Por supuesto, hay una seria y muy grave inconformidad de algunos militantes del blanquiazul.
Ese llamado método extraordinario cierra la posibilidad a la elección directa de la militancia, tal y como se definió la dirigencia del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) este domingo.
Por lo visto, la tan cacareada “democracia tradicional interna” del panismo, sólo se aplica cuando conviene.
“Este sábado la Comisión Permanente aprobó por mayoría de votos la solicitud de 96 de los 113 Comités Municipales, que decidieron que el método de selección de la nueva dirigencia estatal sea a través del método extraordinario”, dice un comunicado.
No hay que ser matemático, para sumar dos más dos, y darse cuenta de que el grupo que controla la burocracia partidista en Puebla es el de Eduardo Rivera Pérez.
La cúpula que dejó tantos pendientes y hasta un hoyo financiero de más de 600 millones de pesos en la capital poblana.
Se trata de los arquitectos de las derrotas.
La de 2024 y de otros procesos recientes.
Se trata además de aquellos y aquellas que se quedan con las plurinominales.
Para ello, relegan a los demás.
Sin que el resultado de la elección de la dirigencia nacional tenga una incidencia directa, el método, en cambio, sí es definitorio de qué grupo se quedará con el PAN en el estado.
Mientras al cierre de esta edición se confirmaba el esperado triunfo de Jorge Romero -aunque Puebla incumplió con los 12 mil votos que le ofrecieron-, aquí en el estado pareciera que todo está definido a favor del grupo de Eduardo Rivera.
El método por sí solo es la crónica anunciada de un rompimiento de proporciones impredecibles para el panismo poblano.
El único grupo que pudo sacar adelante su elección, el del Edmundo Tlatehui, desde hace meses anunció que desconocerá a una dirigencia producto de la imposición.
Que si bien, no habrá renuncias masivas al PAN poblano, tampoco habrá ya apoyo para quienes secuestren la dirigencia.
Palabras más, palabras menos, advirtió el propio ex presidente municipal de San Andrés Cholula que una imposición es el camino seguro a más y más derrotas en las urnas.
En ese contexto, por eso poco importa ya en su incidencia directa en Puebla la definición de la dirigencia nacional, que sí fue resultado de las urnas y de la tan cacareada democracia panista.
Con el “método extraordinario”, el traje tiene ya la talla de la imposición.
A menos que el ex diputado federal Mario Riestra Piña diga -y opere- otra cosa, se quedarán el partido los mismos que perdieron.
Aquellos que van por los premios de consolación.
Que cuidan primero la pluri y luego ven por la competitividad partidista.
A eso han reducido el panismo poblano.
A la disputa por la morralla.
A la guerra por las cenizas.
Como diría el clásico: “¡Qué asquerosidad es esto, eh!”.