DE “MORENACOS”, CONFUSIONES Y DESIGNACIONES
Arturo Luna Silva
Fue uno de los muchos -y muy graves- errores que cometió durante su fracasada campaña a la gubernatura.
Nunca entendió -o sus sesudos asesores nunca le dijeron- que para tener posibilidades de ganar, no sólo debía sumar el voto duro del PAN-PRI-PRD-PSI y captar el voto switcher.
También necesitaba atraer los votos de los morenistas decepcionados de Morena.
¿Pero qué fue lo primero que hizo?
Ofenderlos, tildándolos de “morenacos”, durante un mitin en Xicotepec de Juárez.
Y aunque Eduardo Rivera Pérez se disculpó -a medias-, el daño estaba hecho y el yerro tuvo un importante impacto en el desarrollo final de las campañas y en la conclusión del proceso electoral, que terminó con la aplastante victoria de Morena y sus partidos aliados.
El caso, sin embargo, no está cerrado, ni mucho menos.
Y es que el panista enfrenta una demanda (SUP-JE-170/2024 ) ante la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), luego de que Morena lo acusó, primero, ante el IEE y, luego, ante el Tribunal Electoral del Estado.
¿Los cargos?
“Uso de lenguaje inapropiado, discriminante y clasista”.
El expediente está en manos de la magistrada Janine Otálora Malassis, quien en breve emitirá una resolución que podría derivar en algún tipo de sanción contra el acusado.
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Intrascendente, anticlimática y sin sentido alguno.
Así fue la visita que Xóchitl Gálvez hizo a Puebla hace unos días.
Se pudo haber ahorrado la vergüenza, así como la confirmación de que una chalupera del Centro Histórico tiene más capacidad de convocatoria que ella.
Pero no: sigue sin entender -ni aprender- absolutamente nada tras el 2 de junio.
Lo peor no es que se sienta tan cómoda en su papel de zombie, deambulando como tal por varias ciudades del país.
Lo verdaderamente grave, en el caso de su visita a Puebla, es que, no conforme con exhibir sus miserias políticas, la ex candidata presidencial sólo vino a sembrar dudas, confusión y nerviosismo.
Y es que tuvo la maravillosa idea -u ocurrencia- de declarar a un par de reporteros que Eduardo Rivera “regresará” a la alcaldía de Puebla.
Es decir, que retomará su cargo de presidente municipal.
Las palabras -tan a la ligera- de Xóchitl Gálvez causaron verdadera incertidumbre en el ayuntamiento de Puebla.
Porque, a la fecha, no se conocía de ese nuevo “plan” del alcalde de Puebla con licencia… ¿definitiva?.
En los pasillos de Palacio Municipal varios sudaron frío, pues hasta hoy no hay ninguna señal o movimiento que haga pensar que el panista volverá a tomar el control del gobierno capitalino.
Una fuente asegura que ciertamente Rivera Pérez ha participado informalmente en al menos una reunión privada de gabinete tras los pasados comicios, pero no hay nada que confirme lo dicho por Xóchitl Gálvez, quien ni se enteró de lo que provocó.
Su imprudencia -por decirlo cortésmente- no sólo causó caos y desinformación, también exhibió al propio Eduardo Rivera como un político totalmente confundido, titubeante y aturdido tras su derrota electoral.
Y es que desde el 2 de junio, sobre su futuro político, él o su entorno han planteado al menos tres caminos:
El primero: buscar la dirigencia estatal del PAN.
El segundo: ir por la presidencia nacional del PAN.
El tercero: reasumir la Presidencia Municipal de Puebla.
¿Cuál será el bueno?
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Tras ratificarse -como estaba cantado- la senaduría “indígena” de Néstor Camarillo, el representante de la organización “Serranos Unidos en Resistencia Indígena” (SURI), Raymundo García López, impugnó la resolución ante la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).
García López se inconformó y presentó la demanda SUP-REC-1084/2024.
Sin embargo, no va a proceder y el impresentable dirigente del PRI sí llegará a la Cámara Alta.
Morena está a dos votos de lograr la mayoría calificada en el Senado.
Y el acuerdo es simple: Néstor Camarillo salva el pellejo a cambio de que, precisamente, apoye las iniciativas de Morena.
En algunas votará en contra o se abstendrá, para simular -en lo que es todo un experto-; pero en las claves, en las importantes, en las verdaderamente trascendentes, el soldado Camarillo estará ahí, al pie del cañón.
Como diría el clásico: al tiempo.
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Aunque no ha faltado quien lo cuestione, la verdad es que la elección de Jonathan Ávalos Meléndez como nuevo magistrado del Tribunal Superior de Justicia, por parte del Congreso, a propuesta del titular del poder Ejecutivo, ha caído muy bien en términos generales.
Y es que el perfil del ex consejero jurídico del gobierno estatal es justamente el adecuado para un Poder Judicial que, como el poblano, no pasa precisamente por su mejor momento ante la anodina gestión de sus actuales presidentes.
Ávalos Meléndez no ha tenido un recorrido fácil.
Al inicio del gobierno de Miguel Barbosa Huerta, fue nombrado subconsejero Jurídico en el área contenciosa, bajo las instrucciones del magistrado Ricardo Velázquez.
A la llegada del abogado Carlos Palafox Galeana como consejero Jurídico, en sustitución de Velázquez, Ávalos Meléndez fue ratificado y tuvo a su cargo los litigios del estado más importantes.
Lo hizo tan bien que quedó como consejero jurídico tras la salida de Palafox, quien resultó designado como presidente del TSJ.
A la muerte de Barbosa Huerta, Ávalos Meléndez fue ratificado por el gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina, a quien también dio excelentes resultados.
¿Por qué sobrevivió, ante tanto cambio?
Jonathan Ávalos Meléndez tiene la gran virtud de no pertenecer a ninguna corriente política, ni depender de un padrino político.
Su labor es completamente técnica y siempre ha demostrado capacidad y habilidad para resolver cada una de las situaciones jurídicas que le han planteado los diferentes titulares del Ejecutivo.
Es un abogado serio y profesional, ajeno a las grillas políticas, y que hoy por ello ha sido designado como magistrado del TSJ; así de fácil, así de sencillo.