“Atracan a comensales de la taquería Bravo Sirlon en la 31 Poniente”.
“Encuentran cuatro cadáveres en una fosa clandestina en la colonia Miguel Hidalgo”.
“Delincuentes secuestran a chofer de plataforma con todo y vehículo en Minerales del Sur”.
“Nueve balaceras en una semana en Puebla capital, dejan tres muertos y seis heridos”.
“Hallan cadáver calcinado al interior de mototaxi en La Resurrección”.
“¡Ya ni se acabaron sus tacos! Asaltan a mano armada La Oriental de la 31 Poniente”.
“Comando armado rafagueó a familia en Zavaleta: matan al papá y hieren a menor de edad”.
“Atacan a balazos a una mujer en el Bulevar Hermanos Serdán; murió en el Hospital del Norte”.
“Hombre es asesinado a balazos en la colonia Naciones Unidas”.
“¡A mano armada! Despojan a familia de su camioneta saliendo del Toks de Angelópolis“.
“Ex director de la Policía estatal de Puebla es baleado en una gasolinera en la colonia América Norte”.
“Dan cristalazo a Juguetrón del Bulevar 5 de Mayo; se llevan 50 cajas de LEGO”.
“Banamex cierra definitivamente la sucursal donde saquearon bóveda en Puebla”.
Los anteriores -todos los anteriores- son apenas algunos de los numerosos titulares de prensa que los medios de comunicación más importantes del estado han publicado en los últimos días.
Son hechos delictivos que describen que algo no está funcionando en la ciudad de Puebla.
Si bien en los gobiernos del PAN la situación de seguridad no fue de ninguna manera óptima -de hecho hubo muchos lapsos de verdadero terror y descontrol-, los capitalinos esperaban una mejoría -al menos una leve mejoría- con el nuevo gobierno, el gobierno de Morena.
Y eso sencillamente no está pasando.
Si hay plan, si hay estrategia, si hay ruta, no parece estar dando resultados. O no como se espera.
A esta percepción ya generalizada en las familias poblanas no ayudó el resbalón del alcalde José Chedraui Budib el pasado miércoles.
Al ser entrevistado por los reporteros de la fuente municipal, quienes obvia y genuinamente le trasladaron la inquietud ciudadana sobre el problema de inseguridad que se vive en la ciudad más importante del estado, advirtió:
“Cuando son ataques directos entre grupos criminales no podemos hacer mucho” (sic).
Basta leer las miles de reacciones de los poblanos y las poblanas en redes sociales para concluir que su declaración fue muy desafortunada.
Venga de donde venga, sea entre quienes sean, lo provoque quien lo provoque, sin importar razón o causa, el crimen -y su hermana gemela, la violencia– solo tiene a una víctima: el ciudadano.
El ciudadano que pierde sus bienes y que sufre daño en su patrimonio, pero sobre todo al que le roban lo más valioso, su tranquilidad, y la de sus seres queridos.
Si eso no lo entiende la máxima autoridad en el municipio, donde desde el pasado mes de octubre han aumentado notablemente los delitos del fuero común que más impactan en los hogares -como el robo a casa habitación, robo a transeúnte, robo a pasajero de transporte público, robo a comercio y robo de autopartes-, entonces sí estamos en un problema más grave de lo que imaginamos.
Aunque muchos las minimicen, las palabras sí importan.
Tienen peso.
Y consecuencias.
Crean climas.
Estados de ánimo.
A veces adversos.
Marcan tendencias.
Y generan percepciones.
Y muchas ocasiones las percepciones -esas malditas- son más fuertes que la realidad.
Puebla fue uno de los municipios del estado que no entró al esquema impulsado por el gobernador electo, Alejandro Armenta Mier, para -en coordinación con la federación- poner en manos de marinos la seguridad de los ciudadanos.
Se optó por un civil, un policía de carrera: Fernando Rosales Solís, quien había llegado al cargo con las mejores cartas credenciales.
Sin embargo, no se necesita ser experto para ver que algo -o todo- no está funcionando.
No, hasta ahora.
No, como esperaban los miles y miles de poblanos que, cansados de las ineptitudes de los gobernantes del PAN, fueron a votar por una opción que afirmó lo haría diferente.
Y no sólo diferente: mejor.
En las campañas se dicen muchas cosas y se ofrecen soluciones rápidas a problemáticas complejas.
Pero no es fácil.
Ver los toros desde la barrera, es sencillo.
Y hasta suele ser divertido.
Pero no es lo mismo ser borracho que cantinero.
Ciertamente lleva muy poco el nuevo gobierno.
Y seguramente se va a pedir tiempo.
Tiempo, tiempo, más tiempo.
Pero eso, tiempo, es lo único que no tiene la ama de casa que es asaltada a la salida del mercado, el obrero al que le quitan su quincena, el joven estudiante que sufre el robo de su teléfono celular camino a la escuela, la profesionista a cuyo automóvil le “desaparecen” sus llantas…
No, no es demasiado pronto para exigir resultados.
Están muy bien las sonrisas, el corte de listones, las noches de museos, el acompañamiento perpetuo a los actos del gobierno del estado, el sensacional ambiente prenavideño…
Pero la narrativa del “hoyo financiero” se va a acabar y llegará el día en que no va a alcanzar para ofrecer explicaciones.
Porque si hay un tema en el que los ciudadanos -todos, de todos los niveles sociales- no aceptarán prórrogas, ese tema es el de la seguridad.
A ese, a ese sí hay que meterle carácter, estrategia y velocidad.
No hay tiempo que perder.