Es de primaria: usualmente quien va a abajo en las encuestas, es el más necesitado de los debates.
Quien sabe que va perdiendo, invariablemente pide dos o más ejercicios de esta naturaleza.
Este jueves el candidato del PAN a la gubernatura, Eduardo Rivera Pérez, salió a informar que solicitó al Instituto Electoral del Estado (IEE) que organice dos.
Quiso hacerse el gracioso y en un post en sus redes sociales, apuntó: “A ver si a (Alejandro) Armenta le dan permiso”.
Pronto, y fuerte, le respondieron.
Primero el propio candidato de Morena, Alejandro Armenta, dijo:
“Yo puedo hacer si quieren 100 debates… No es un tema de querer hacer 10, 20, 30 o 50 debates, es un asunto que la autoridad electoral define. Yo no le tengo miedo al debate, por favor, fui presidente del Senado de la República, tengo 34 años de caminar y caminar en Puebla y soy administrador público de profesión, y he escuchado a los poblanos durante 34 años. Soy poblano y conozco Puebla y a la mejor (Eduardo Rivera) quiere 100 debates para ver si así nos medio alcanza”.
A continuación, su vocería -encabezada por Edurne Ochoa– estrenó cuenta en la red social X con este post:
“Los ganadores tienen metas, los perdedores excusas. Por eso Eduardo Rivera necesita de un segundo debate para colgarse del alto nivel de posicionamiento que tiene nuestro candidato Alejandro Armenta. Ojalá y Lalito se ponga a recorrer el estado para que lo conozca”.
La historia de siempre.
En efecto, quien va abajo en las encuestas, recurre al eterno instrumento de los debates para poder acercarse al puntero, en este caso Armenta.
La ley electoral en Puebla establece que para el caso de la elección a la gubernatura, sólo es forzoso un debate. No dos ni tres ni más.
Tal único debate se hará el próximo 12 de mayo a las 17:00 horas en el CCU de la BUAP y será moderado por la periodista Patricia Estrada (Radio ORO) y el periodista Juan Carlos Valerio (Imagen TV).
En mi opinión, se equivocan aquellos candidatos que piden más de un debate. Y que apuestan su resto en ello.
No sólo, en efecto, muestran desesperación.
Parece, en realidad, que sus asesores no les han informado que difícilmente un debate, o 10 debates, o 20 debates, cambian las intenciones de voto.
En especial porque son muy pocos, en verdad muy pocos, los electores que los observan.
Los debates son aburridos, pastosos, intrascendentes y eternos, tanto que hasta a los periodistas -que los tienen que ver a fuerza- les cuesta igual de trabajo no dormirse que luego encontrar “la nota”.
Siempre se espera mucho de los debates y siempre -o casi siempre- acaban decepcionando.
Si bien nos va, los ven uno de cada tres electores.
Y aunque en ocasiones los candidatos o las candidatas se ponen intensos y se enfrascan en un intercambio de acusaciones que rayan en lo personal -como sucedió en su momento con Rafael Moreno Valle y Javier López Zavala (2010), con Martha Erika Alonso y Miguel Barbosa (2018) o con Miguel Barbosa y Enrique Cárdenas (2019)-, la realidad es que los debates son seguidos por un grupo muy pequeño de electores.
Y, como he dicho, difícilmente ayudan a cambiar las tendencias de voto.
En todo caso lo que en ocasiones sí llega a importar es el posdebate.
Es decir, la forma en que cada candidato te trata de hacer creer que ganó el debate, o que al menos no lo perdió.
Una buena estrategia puede hacerte pasar por ganadora o ganadora, aunque lo hayas perdido, y una mala estrategia de posdebate puede hacerte pasar por perdedor o perdedora, aunque lo hayas ganado.
Pero… el posdebate se circunscribe a redes sociales, columnas de opinión y mesas de debate, soporíferas, muy sesudas y llenas de egos y protagonismos mal gestionados de la mayoría de quienes participan en ellas.
Sólo si en el debate surge algún tema muy atractivo, disruptivo, novedoso o escandaloso, es probable que se vuelva viral. Aunque lo más probable es que ello se olvide un par días después o se tape con algo más atractivo, disruptivo, novedoso o escandaloso del adversario que lo detonó.
Si a estas alturas de las campañas -apenas se va a cumplir la primera semana- Eduardo Rivera ya está pidiendo dos debates (y también, por cierto, Mario Riestra), es señal de que tanto Alejandro Armenta como Pepe Chedraui van arriba.
Los debates suelen ser muy costosos en términos económicos e implican mucho trabajo de organización -especialmente para la autoridad electoral, en este caso el IEE-, pero son poco efectivos.
Al menos para lo que buscan los candidatos que van perdiendo.
Se habla y habla y habla mucho de ellos antes de efectuarse, pero como suele ocurrir con los clásicos del futbol nacional, los partidos entre las Águilas del América y las Chivas de Guadalajara, acaban siendo una muy buena cura para el insomnio.
Se equivoca Eduardo Rivera si cree que Alejandro Armenta rehúye el debate o le tiene miedo y se equivoca peor si considera que todo se reduce “a ver si le dan permiso”.
El panista carece de la experiencia legislativa del morenista; si hay un lugar donde se debate, y en serio, todos los días, ese es el Senado de la República, del que Armenta, efectivamente, fue presidente, como Miguel Barbosa en su momento.
¿Sirven los debates?
No, no sirven -o no al menos para los fines que buscan los candidatos que van perdiendo-.
(Tampoco, por cierto, sirven los “debates” organizados por universidades, organismos empresariales, etcétera, por idénticas razones).
¿Tienen una gran audiencia?
No, para nada, y menos con el tradicional y anacrónico formato que priva en México. Son el mal necesario de todas las campañas.
¿Impactan sobre el electorado?
No y menos de forma masiva.
¿En todo caso cuál será o debe ser el objetivo de los candidatos a la gubernatura de Puebla en el único debate que sostendrán, el del próximo 12 de mayo?
Alejandro Armenta: no perderlo -y con ello seguir conservando su ventaja en todas las encuestas-.
Eduardo Rivera: ganarlo de alguna forma -y así sumar medio punto, o uno con muchísima suerte y un gran posdebate, pero no se ve cómo-.
Fernando Morales: bueno, Fernando Morales: seguir siendo el payaso y el hazmereír que hasta hoy y quizá concentrar sus ataques en el panista para ayudar (es un decir) al morenista.
Ya veremos, pero mientras tanto este domingo se lleva a cabo el primer debate presidencial entre Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez.
En 2018 el primer debate presidencial (entre Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya, José Antonio Meade y Jaime Rodríguez) fue visto por 11.4 millones de personas mayores de 18 años; el segundo por 12.6 millones de personas y el tercero por 10.7 millones.
Es decir, por una muy pobre cantidad de electores.
El de este domingo seguramente tendrá números superiores, por tratarse del primero de tres.
El debate va a competir con MasterChef Celebrity, en TV Azteca; con Juego de Voces, el nuevo reality show de Televisa, y con cientos, miles de películas y series en todas las plataformas de streaming.
Sin duda, más interesantes o entretenidos que cualquier debate.
¿Quién lo ganará?
Tal vez Sheinbaum, tal vez Xóchitl, pero no, no van a cambiar las tendencias.
Aunque muchos ilusos así lo crean.