APUNTES AL CIERRE DEL PROCESO ELECTORAL POBLANO
Arturo Luna Silva
Prácticamente todos los especialistas coinciden:
A ningún partido o coalición le alcanza para ganar solo con su “voto duro”.
Es decir: su voto fiel.
El que tienen seguro.
El que no cambia ni cambiará, sin importar candidatos, circunstancias, coyunturas, hasta escándalos…
El que ahí está y estará siempre: llueva, tiemble, caiga tormenta, explote una caldera…
En ese sentido, el más necesitado de atraer no sólo el “voto switcher“ (el elector cambiante o el votante inestable), sino sobre todo el voto que el enemigo cree seguro, es Eduardo Rivera Pérez.
De poco le sirve tener asegurado solo el voto de panistas, priistas y demás rémoras que lo acompañan.
El ex alcalde necesita (desesperadamente) sumar a simpatizantes o militantes de Morena.
Convencer a quienes han votado o votarán por Morena y alinearlos a su causa.
Lograr que abandonen a Alejandro Armenta, se arrepientan y acaben votando por él.
Hablarles al oído, decirles lo que quieren escuchar, comprometerse con ellos y ellas, darles esperanzas…
Pero… ¿qué es lo que ha hecho Eduardo Rivera?
Sí, en efecto: ofender a los simpatizantes o militantes de Morena llamándolos “Morenacos”.
“Nacos” (“persona vulgar u ordinaria” según la Real Academia Española) que si estaban dudando de votar por Morena, ya tienen otra razón para mantener su voto a favor de Morena.
¡Vaya error!
Hoy, nadie, absolutamente nadie logrará vencer a Morena sin conseguir arrebatarle su “voto duro”.
Eduardo Rivera lo necesita.
Le urge, le resulta indispensable…
Pero no es escupiéndolos, denigrándolos, como logrará convencerlos.
Especialmente en la recta final de las campañas.
¿O sí?
***
Es simple la ecuación de esta elección:
El presidente Andrés Manuel López Obrador (es tan hábil que) mantiene enojados a los mexicanos enojados con la corrupción y el latrocinio de los gobiernos del PRI y PAN.
Son los mismos enojados que, muy enojados, votaron por él en 2018 y lo llevaron al poder.
¿Siguen enojados los enojados de 2018?
Sí, todo parece indicar que sí, y mucho.
La oposición a López Obrador, por su parte, quiere exacerbar el enojo de los enojados con López Obrador y su gobierno.
Que el enojo con López Obrador se transforme en votos y estos se multipliquen como los panes y los peces.
Y que ese enojo y esos votos lo echen del poder -a él y a su partido-.
¿Lo lograrán?
¿Cuál de los dos enojos ganará?
¿Cuál prevalecerá?
¿Qué enojo vencerá al otro?
Ya falta muy poco para verlo.
***
Los panistas se pasaron décadas y décadas mentando madres de los priistas.
Odiándolos.
Detestándolos.
Acusándolos de todo: rateros, ladrones, corruptos, pendejos…
Los priistas les hicieron mil y un fraudes electorales.
Los humillaron, los sobajaron; se burlaron de ellos.
¿Qué pasó?
Los panistas, con la cola entre las patas, o las patas entre la cola, acabaron en amasiato con aquellos que tanto despreciaron y que hoy siguen siendo los políticos más desprestigiados (y odiados) del país.
Se metieron a la cama con ellos, en tórrido romance…
Se mimetizaron.
Se igualaron.
Peor: se volvieron igual o peor que ellos.
Y sí, ahí siguen, enamorados, de la mano, muy juntitos, cachete con cachete…
En apasionado ayuntamiento carnal.
Pornografía pura.
***
¿Quién fue el genio que pensó que a alguien le importa lo que diga o tenga que decir Gustavo Madero sobre el proceso electoral poblano?
¿A quién se le ocurrió traerlo?
¿Quién fue el gran estratega que creyó que era buena idea presumirlo?
Gustavo Madero, un político en decadencia, sin identidad (va y viene del PAN al Grupo Plural), prácticamente en retiro, sin más peso que su apellido, que avergonzaría a sus ilustres -esos sí- antepasados.
Un empleado más, en su momento, de Rafael Moreno Valle.
“En tierra de ciegos, el tuerto es rey”, dice el dicho.
Pero aquí ni siquiera aplica: ¿son los Madero, los Creel, los Calderón, los Adame, los grandes apoyadores “nacionales” de la coalición “Mejor Rumbo para Puebla”?
Ahora se entiende todo.
Y todo es todo.
***
Oído en un “cuarto de guerra”:
“Sí traen tanta fuerza, si confían tanto en la Marea Rosa, sí están tan seguros del voto oculto; si creen que tienen para darle la vuelta a la elección, ¿por qué no cierran su campaña en el Estadio Cuauhtémoc?… Como en 2010… ¿Por qué?”.