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Cuando la culpa es de los que votan

Cuando la culpa es de los que votan

Cuando la culpa es de los que votan

Échame a mi la culpa, dice la célebre canción regional mexicana de Ferrusquilla. En el diván es muy común que soltemos culpas porque claro, auto percibirse como víctimas es la primera capa a descubrir en los conflictos emocionales.

Pero qué pasa cuando los pacientes atribuyen la culpa de sus problemas de la vida cotidiana al gobierno, precisamente como referente simbólico de ese gran Otro que es el sistema que lo tiene atrapado.

Es cómodo culpar de la situación que se atraviese, en una primera instancia de un tratamiento psíquico a este otro que se supone tendría que facilitarnos la existencia en lugar de complicárnosla con brechas socioeconómicas, más impuestos e inflación.

Y es que para Freud, todos nacemos en una situación de impotencia y jamás perderemos esa necesidad de ser gobernados y gobernar. De tal suerte que la dialéctica de mandar y obedecer es un inherente a los sujetos desde la infancia hasta la tercera edad.

En este ámbito es que opera el Súper Yo, con todos sus mandatos éticos, morales del deber ser, de usar la razón, de elegir lo correcto. Por eso, cuando se eligen gobernantes, y fallan, lo primero que se dice es: “a mi no me culpen, yo no vote por ese”.

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