Los primeros Juegos Olímpicos de cobertura total y mundial fueron los de México de 1968. Un nuevo libro narra la compleja y poco explorada historia de cómo se llevó a cabo la transmisión de las competencias, tanto desde el punto de vista tecnológico como de su recepción, en el contexto de la Guerra Fría, donde la justa deportiva veraniega fue parte de los complicados escenarios de la tensión entre bloques.
La obra, resultado de la indagación del investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Raúl Nivón Ramírez, es publicada por El Colegio de México, bajo el título ¡Y ya está encendido el fuego olímpico! Medios de comunicación masiva y la XIX olimpiada de 1968 (2024); propone contribuir a encontrar respuestas en torno a “qué pueden decirnos 1968 y sus Juegos Olímpicos acerca de la sociedad mexicana contemporánea y del mundo”.
El historiador, quien se ha desempeñado como director de Museos del Centro INAH Puebla, parte de la hipótesis de que los Juegos Olímpicos desarrollados en México inauguraron la era de la cobertura total por televisión. Es decir, los medios tuvieron la intención de cubrir todos los aspectos de un acontecimiento de tal magnitud. Esto significó dar seguimiento a cada segundo de las competencias, además de generar contenidos fuera de las sedes de los torneos.
La obra está dividida en ocho capítulos. Los primeros dan cuenta del desarrollo histórico de la televisión olímpica y cómo México 68 marcó una diferencia cualitativa y tecnológica respecto a sus predecesoras; posteriormente se analiza el proceso mediante el cual se creó la cobertura, en términos técnicos y de distribución, asimismo, se detalla cómo nació la tecnología de transmisión y cuáles fueron los primeros problemas para su viabilidad económica.
Los experimentos de transmisión conducidos en las dos olimpiadas anteriores, en Roma 1960 y Tokio 1964, verían coronados sus esfuerzos en 1968. Los avances en las telecomunicaciones, entre 1964 y 1967, permitieron que la transmisión global fuera una realidad. En ese momento, la televisión, ya establecida como industria de entretenimiento, comenzaba a observar mayor consumo cotidiano en los países más industrializados, refiere Nivón Ramírez.
En tanto, en México, Telesistema Mexicano sumaría a la experiencia de la televisión nacional los nuevos adelantos para la primera multitransmisión a nivel mundial. El libro aborda los preparativos que el Estado y dicha empresa tuvieron que realizar para lograr la conexión con el orbe, no solo en aspectos tecnológicos, sino en la negociación de contratos y acuerdos con las televisoras internacionales.
Se aborda igualmente cómo se generó el discurso de la olimpiada mexicana, al interior y al exterior del país. En principio, se plantea que el proceso de creación de esta retórica fue el resultado de diversos factores, como la necesidad de contrarrestar los prejuicios y las opiniones negativas sobre México, lo que se enfrentaría a situaciones difíciles de prever, como fallas y retrasos técnicos, y la agitación social derivada del movimiento estudiantil de aquel año.
La publicación también expone comunicaciones concretas surgidas con motivo de acontecimientos puntuales, y reconstruye momentos emblemáticos para examinar cómo operó el discurso construido sobre la XIX Olimpiada, a partir de las medallas de Felipe Muñoz, Álvaro Gaxiola, María Teresa Ramírez, José Pedraza, Pilar Roldán, Agustín Zaragoza, Joaquín Rocha, Ricardo Delgado y Antonio Roldán; se incluye a Vera Caslavska y el fenómeno desatado por la protesta de Smith, Carlos y Norman, desde las tomas observadas por televisión.