A lo largo de los años, Marvel Studios ha depositado su confianza en varios directores para hacerse cargo de sus principales propiedades. Sin embargo, con quien más se percibe esa confianza es con James Gunn. Desde que el cineasta entró en 2014 a ese proyecto llamado universo cinematográfico, supo infusionar con irreverencia y ligereza esa historia interconectada que, para entonces, apenas constaba de nueve películas. Casi una década después, ese sello que cautivó a millones de espectadores sigue estando presente en la película Guardianes de la Galaxia Vol. 3, en la que el grupo más ecléctico del cine de cómics se reúne para una última batalla alocada, triste, autoconsciente y, sí, complaciente con el público, pero que en ningún momento se despoja de la esencia conocida. Es todo lo que gustó de las primeras entregas elevado a la décima potencia.
Pero esto no es motivo de alarma. Mientras que en otras producciones de Marvel la sobresaturación y la grandilocuencia son repetitivas –por lo que ha habido infinitas discusiones sobre cuándo deberían dejar de crear proyectos audiovisuales– es justo la rareza presentada en las previas apariciones de los Guardianes lo que permite que la narrativa se salga con la suya al momento de insertar tanto espectáculo. Quizás es la primera vez que el exceso se integra de manera orgánica con otros aspectos de la historia para dar el peso emocional requerido.
Durante los meses previos al estreno de la película y durante su etapa de promoción, el estudio y el director hicieron hincapié en el hecho de que esta entrega estaría centrada en Rocket (voz de Bradley Cooper) y su pasado. En efecto, se cumple esa promesa, pero revelar lo que sucede significaría arruinar varias sorpresas. Sin embargo, algo que sí se puede decir es que es justamente el pasado del mapache mercenario lo que orillará al equipo a enfrentarse a su villano más complejo y atemorizante: el Alto Evolucionario (Chukwudi Iwuji), quien es responsable de varias de las amenazas que el grupo enfrenta, incluida la llegada del ingenuo y poderoso Adam Warlock (Will Poulter).
Así, los estelares deberán recorrer varios puntos del espacio antes de llegar a la locación donde todo termina. Y aunque este recurso ya se ha visto, la manera en la que está estructurado aquí es muy imaginativa. Contada intercalando hábilmente flashbacks y fragmentos del presente, jamás nos perdemos, pues el guion (escrito por Gunn) está depurado de todo lo que no es necesario mencionar y la edición de Fred Raskin es bastante coherente.
Desde que los queridos inadaptados debutaron en el ámbito fílmico, el tono de sus aventuras ha sido el de una ópera espacial. Sin más. Pero hay una regla de este subgénero que, deliberadamente, no se cumplió. Las óperas espaciales comúnmente inician con un capítulo introductorio donde se presenta el conflicto. Después un capítulo intermedio que usualmente es extremadamente oscuro y donde los héroes y heroínas todo lo ven perdido. Y uno último donde la acción repunta para bien. Aquí no. La película Guardianes de la Galaxia 3 es la más oscura de todo el MCU. Incluso, por momentos, no tiene miedo de cubrir todo con un velo muy grande de pesimismo y desasosiego.
Esta vez, gracias a algo y a alguien que los une a todas y todos, cada integrante del grupo tiene la oportunidad de enfrentar sus propios demonios y explorar aspectos de su personalidad que estaban enterrados. Con esto, tenemos que Peter Quill (Chris Pratt) reconecta con sus raíces terrestres; la Gamora del pasado (Zoe Saldana) –que volvió tras los eventos de Endgame (2018)– poco a poco se adapta a una nueva familia; Drax (Dave Bautista) encuentra su lado más humano; Nébula (Karen Gillan) descubre las ventajas del trabajo en equipo; Mantis (Pom Klementieff) se desprende de la sombra de Ego, dando un nuevo propósito a sus habilidades y Groot (voz de Vin Diesel), al borde de una pérdida significativa, logra canalizar su kaiju interior hacia una importante causa. Los riesgos son más altos y el cariño de los intérpretes y el director hacia sus personajes es más evidente que nunca.
Pero no creían que todo sería gris, ¿verdad? Esta tercera parte también tiene momentos optimistas y alegres, gracias a la imponente fotografía de Henry Braham, con una brillante paleta de colores, y un extrañísimo diseño de producción de Beth Mickle. De hecho, comparte muchos elementos con la primera Star Wars (1977). Tiene tintes de obras de fantasía y ciencia ficción al más puro estilo de los libros más representativos de Julio Verne o las mejores series televisivas producidas por Irving Allen. Esto es algo que Ant-Man and the Wasp: Quantumania intentó hacer con resultados cuestionables y terribles efectos visuales. No obstante, aquí la atención al detalle es impresionante.
Los diálogos rápidos y directos y el humor absurdo juegan un papel muy importante en la creación de estas atmósferas fantasiosas y desfachatadas. Porque cuando es momento de ponerse serios, los personajes –en especial el desquiciado Alto Evolucionario de Iwuji– no lo piensan dos veces antes de mostrarse sombríos. Aunque eso no les impide hacer las boberías esperadas.
Por si esto fuera poco, está la usualmente cumplidora banda sonora que siempre acompaña a estas cintas. De nueva cuenta, la selección musical es un punto ganador y acentúa la sensación siempre veraniega de la franquicia, cuestión que queda clara cuando suenan canciones como “Crazy On You”, de Heart, “Creep”, de Radiohead, “In the Meantime”, de Spacehog o “Dog Days Are Over”, de Florence + The Machine.Guardianes de la Galaxia Vol 3 es una genuina explosión de sentimientos y sensaciones. Una despedida casi perfecta, aunque quizá un tanto cruel y larga para muchas personas. Se trata de un producto emanado de la mente sin restricciones de su creador, quien respetó hasta el final su creación. Para su último baile, los geniales amigos dan todo lo que pueden. Así demuestran una vez más que podemos sacarle el máximo provecho a aquello que nos hace diferentes. Al darle forma a este compendio de sus mejores éxitos, Gunn parece haber recordado las palabras que Quill dijo hace unos años. Mientras decidía si hacer un largometraje devastador o divertido, probablemente pensó: “Haré un poco de ambas cosas”.
Fuente: Cinepremiere/ José Roberto Landaverde