La historiadora y socióloga Gema Kloppe-Santamaría presentó su libro de ensayo “En la vorágine de la violencia. Formación del Estado. (In)justicia y linchamiento en el México posrevolucionario” (Grano de Sal, 2023), una exploración por las profundas raíces del linchamiento en México, sus motivos, rasgos y arraigos, convencida de que, desde esta dimensión emanan rasgos explicativos de la compleja vorágine de nuestro presente.
En entrevista, la autora señala que la médula de su trabajo es una profunda investigación de archivo sobre 366 casos de linchamiento sucedidos entre 1930 y 1960, un periodo coyuntural donde se asientan las instituciones en el país, muchos de ellos ocurridos en el estado de Puebla.
“El libro surge con la inquietud de entender la historia que desemboca en el presente de México, donde la confianza es muy baja o casi nula hacia las autoridades y hay un apoyo popular hacia formas de justicia extralegal, como son los linchamientos. Quería entender cómo es que llegamos a este México actual en el que, a pesar de que califica como un país democrático, con instituciones que más o menos funcionan y un nivel de desarrollo bastante respetable en indicadores macroeconómicos, hay tantas incidencias de violencia espectacular y colectiva”.
“Entre los trabajos (preparativos) que había leído había un acuerdo tácito de que el linchamiento era el resultado de una crisis o una ausencia de la autoridad. También había otra interpretación, que yo también abrazaba, en un principio, de que los linchamientos eran una herramienta de los débiles, como una forma de violencia que permite que las comunidades que han sido tradicionalmente marginadas en términos económicos y de acceso a la justicia, pudieran tener cierto sentido de empoderamiento”, reconoce y, sin embargo, revira que después del trabajo histórico consigue un par de claves interpretativas:
La primera es que el linchamiento no es un síntoma del Estado ausente, sino que se percibe a estratos de poder como ilegítimos o abusivos. La segunda es que los actos de linchamiento no son únicamente una respuesta frente al delito, sino que suelen ser herramientas de control social, sobre todo para reaccionar en contra de conductas que salen del canon establecido en determinada comunidad, por ejemplo, los linchamientos por acusaciones de brujería (todavía cuantiosas en el siglo XX), contra una postura comunista o contra las doctrinas protestantes.
En la historia del país hay documentación sobre varios casos de ese tipo. Uno de los más emblemáticos es el linchamiento de un grupo de estudiantes y trabajadores en el pueblo de San Miguel Canoa, Puebla, la noche del 14 de septiembre de 1968, en manos de los habitantes del pueblo, instigados por el sacerdote, quien acusó que se trataba de comunistas que llegaban a despojar a sus habitantes.
“Encuentro una correspondencia entre Canoa y muchos casos de los años 30. Los linchamientos contra maestros socialistas tuvieron esta misma veta de rechazo a las ideas que se consideran extranjeras o desestabilizadoras. La iglesia y el catolicismo están al centro del libro, porque fue así que muchos de estos ataques estuvieron orquestados o legitimados”.
Efectivamente, argumenta, los linchamientos suceden en lugares donde las personas han sido excluidas económicamente y marginadas, “pero no son en sí una forma de emancipación ni de carácter revolucionario, sino de control social. Es una forma de mantener el statu quo, el canon”.
Aunque el libro se concentra en tres décadas del siglo XX, las resonancias en nuestra actualidad son directas. Ahora quizás haya más casos de linchamiento, menos trágicos por las prestaciones de la virtualidad.
“En un sentido, los linchamientos mantienen continuidades. Son actos colectivos, particularmente crueles y, de nuevo, ejercidos en contra de aquellos que son considerados como amenazantes. Hoy en día, el tocar de las campanas es a través del WhatsApp, de Facebook y otras redes sociales donde fácilmente circulan los rumores”.
Ahora bien, se le plantea, hay casos de linchamiento inmediato, por el desborde de la frustración, como son los linchamientos sucedidos como respuesta a la inseguridad en el transporte público.
Fuente: El Economista