Rodolfo Rivera Pacheco
Así se titulaban dos interesantes libros que analizaban el proceso sucesorio de la Presidencia de la República en 1994. Uno era de Manuel Camacho Solís, maestro y líder de Marcelo Ebrard, por cierto. Y el otro era de Genaro Villamil y Alejandro Ramos Esquivel. Y recobran vigencia porque estamos ante una sucesión presidencial muy parecida a la de hace 30 años.
Camacho Solís quería ser el candidato del PRI a la Presidencia porque esos habían sido los juveniles acuerdos con Carlos Salinas de Gortari. Camacho argumentaba que “le tocaba a él” y no iba a permitir que otro llegara a la candidatura. Por su lado Villamil y Ramos Esquivel decían que Salinas era el dueño de la sucesión y que todos los aspirantes a la candidatura presidencial tendrían que aceptar la decisión final (no había encuestas formales aún, pero Salinas promovió que los aspirantes hicieran una “pasarela” nacional y de ahí surgiría el candidato más aceptado por todos los grupos… o sea él).
En serio, cuánto se parece 2024 a 1994.
El Presidente López Obrador, con todo su odio a Salinas de Gortari, cada día se parece más a él, en este proceso sucesorio. Ya no es el PRI, ahora es MORENA. Pero igual que en 1994, cuando era un hecho que quien fuera el candidato, sería el próximo Presidente de la República, ahora en 2024 es prácticamente lo mismo. Y el que definirá la candidatura, supuestamente apoyado en lo que digan las encuestas (en las que se “ponderan” temas para favorecer a quien sea realmente el o la candidata del Presidente) es el Presidente de la República. Ya no es Salinas, es Andrés Manuel López Obrador.
Y como en 1994, Marcelo Ebrard reclama -como lo hizo su líder y maestro Camacho Solís- soterradamente que “le toca a él” por los acuerdos (aceptó no ser candidato en 2012 y en 2018) que tuvo con López Obrador. Pero el Presidente alega que debe haber un “pacto” entre todos los aspirantes para que acepten al que “salga mejor en las encuestas”. Que debe haber “un cambio sin ruptura” (lo ha dicho casi en esas palabras) y una “sucesión pactada” y hasta ya algunos aseguran que ya se repartieron cargos para los que no salgan favorecidos: Uno será líder del Senado, otro de la Cámara de Diputados y otro seguramente Secretario de Gobernación y otro candidato a la Jefatura de Gobierno en CdMex.
¿Qué pasará si Marcelo Ebrard no es quien sale mejor posicionado en las encuestas que él y los demás ya aceptaron que será el método para ubicar al candidato presidencial? ¿Lo aceptará como lo hizo Camacho Solís, quien furioso aceptó ser el mediador de la paz en Chiapas con los zapatistas? ¿Marcelo aceptaría un premio de consolación en el Senado y ahí esperar oootros seis años y buscar la candidatura para 2030?
Porque los demás desde luego que aceptarán sus premios de consolación.
¿O Marcelo se lanzaría al vacío y enojado rompería con MORENA y se lanzaría por MC? (porque por el PVEM es evidente que ya no lo apoyarían y en el PRIANRD ya dijeron que no aceptarán a “corcholatas” desechadas de MORENA). Yo creo que no. Muy seguramente sería el fin de su carrera política. Creo que, emulando a su maestro Camacho, rumiaría su derrota pero seguiría en el sistema MORENA-AMLO. Si al propio AMLO le llevó tres intentos llegar a la Presidencia, él podría intentar lo mismo.
Porque hoy todo indica que la candidata presidencia de MORENA será Claudia Sheinbaum. Por todo el simbolismo que representa y por las claras muestras de apoyo que López Obrador siempre le ha obsequiado. El único problema se llama Marcelo Ebrard.
Pero si en un escenario inesperado, Ebrard sale puntero en las encuestas (algo que al día de hoy no sucede), obviamente Claudia Sheinbaum tendría que aceptarlo y ser la líder del Senado y esperar mejores tiempos para 2030.
Ya nomás para terminar y seguir especulando… ¿En Puebla habrá cambio sin ruptura y sucesión pactada? ¿Hay algún Ebrard que pueda molestarse si no lo favorecen las encuestas? ¿Alguien se saldría de MORENA y se lanzaría por otro u otros partidos, aunque eso sea un salto al vacío? ¿El Presidente AMLO también controlará la sucesión en la (s) Gubernatura (s)? En esto último, yo creo que sí. Cuánto se sigue pareciendo a Carlos Salinas.
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